Juan García Luján. Si los malos augurios del médico no lograron alejarlo del tabaco, si las persecuciones de la policía franquista no lo apartaron de la lucha sindical, si los profesionales del arribismo no lograron dejarlo fuera de las organizaciones donde ha militado, si ha resistido sin miedo toda su vida al poder político y al económico, si no ha tenido miedo a los que dan miedo, entonces la jubilación firmada por la Seguridad Social no logrará callar la voz del hombre al que no apaga su grito ni la más dura de las afonías. Esto es un aviso a los que creen que el destino de los jubilados es echar millo a las palomas, llevar al nieto al colegio, usar una agenda para la cita con los médicos o aceptar con resignación que en cualquier momento te aparcan en una residencia. Hace unos días se incorporó al colectivo de jubilados canarios un tal Antonio Sardá, que no sabe conjugar el verbo resignarse. A finales de los años sesenta, cuando Manuel Fraga (D.E.P.) mostraba su “amor a España y la libertad” por usar las palabras de Mariano Rajoy, en esos “años difíciles”, Antonio Sardá trabajaba en el sur de Gran Canaria en un concesionario de coches. Dos italianos revolucionarios llegaron a la isla y comenzaron a participar en asambleas de trabajadores. A los italianos no les parecía suficiente riesgo ser dos hombres, pareja sentimental y estar fichados en su país, por eso se dedicaban a formar a trabajadores en la lucha sindical. Así nació el sindicato Liberación, el primero en el que militó Antonio Sardá. Cuando los ciudadanos de bien iban a misa, los domingos por la mañana, Antonio Sardá participaba en asambleas clandestinas del nuevo sindicato.Después vino el Movimiento Autónomo de Trabajadores Canarios y la Confederación Autónoma Nacionalista Canaria. La CANC también tenía fuerza en Tenerife, en sus filas estuvieron gentes como Oswaldo Brito o Melchor Núñez, que ya empleaban mañas propias de quienes utilizan las organizaciones sociales como trampolín para llegar al poder político. Pero hoy no toca hablar de lo peorcito, sino de lo mejorcito que ha tenido el sindicalismo canario. Años después vivió en una comuna con políticos y sindicalistas de la izquierda nacionalista. Eran los tiempos en los que la izquierda y el sindicalismo no habían asumido el vocabulario de la derecha, por eso la “competitividad”, la “flexibilidad” o el individualismo no estaban en el diccionario que sí estaba lleno de palabras que hoy son palabrotas: compartir, solidaridad, lucha…Sardá fue uno de los fundadores de Intersindical Canaria. El autor de esta crónica era un joven estudiante de periodismo cuando lo entrevistó para una revista vasca, los lectores de Euskadi se enteraron del proyecto de Intersindical Canaria antes que la prensa isleña. La semana pasada Antonio Sardá acudió a la sede de Intersindical Canaria en la calle ¡Primero de mayo!, con una bandeja de dulces. “ Tú no te vas a jubilar nunca, Antonio” le decían todos los compañeros. “De la lucha no, pero yo sí quiero firmar la jubilación para que me empiece a pagar el Estado, no el sindicato”. Sardá no recibirá placas ni medallas del cabildo, el ayuntamiento o el gobierno, porque el poder sólo se premia a sí mismo. Pero tiene el mejor premio, el reconocimiento de los miles de trabajadores y trabajadoras por los que ha estado luchando en las últimas décadas. De trabajadores y desempleados isleños. Pero también los palestinos deben agradecerle varias huelgas de hambre que hizo contra la ocupación de Israel. Y los saharauis tantas movilizaciones a favor del pueblo vecino. Y los de sanidad, los de la enseñanza, los del transporte, … Aunque Antonio Sardá no hace las cosas para que se las agradezcan.Estamos ante un hombre que mira al horizonte para avanzar. No lo busquen en los bancos de los parques mirando a las palomas, organizando una partida de dominó o aguantando con resignación las colas del ambulatorio. Sardá lleva tiempo preguntando qué hacen los militantes de la Federación Sindical Mundial cuando se jubilan, quiere saber si se echan una siesta larga o se ponen a organizar jornadas de lucha Sardá jubilado es más peligroso todavía. Lo digo por si en la próxima manifestación que acabe con una carga policial algún agente armado se lanza sobre el del megáfono y trinca a Sardá por el brazo. Un respetito, por favor, que esas canas que usted ve están cargadas de lo mejor, de lo más honrado y lo más combativo de la historia del movimiento obrero canario.