23/8/14

El País: editoriales coloniales al servicio del poder


Josemi Martín. Tamaimos. La tesis de que “ante intereses contrapuestos de España y Canarias, España siempre apostará por los suyos propios” aparece bien documentada en el fantástico ensayo Entender Canarias, del periodista grancanario José Agustín Alemán. Muchos son los ejemplos históricos que allí se citan para apoyar la citada tesis. Uno especialmente relevante, a mi juicio, es el que trajo como consecuencia la retirada de la flota pesquera canaria del banco canario-sahariano. Adolfo Suárez impuso los intereses nacionales -o sea, los intereses nacionales españoles- y hoy somos extranjeros en nuestras propias aguas.

Quienes todavía lean El País podrán encontrar otro ejemplo jugoso de esto que les digo en el editorial del domingo, 16 de agosto de 2014, titulada “Sondeos justificados”. Uno no espera de la prensa, de los medios de comunicación, objetividad y afán por conocer y divulgar la verdad, todo sea dicho. Ésos son ejercicios que los buenos periodistas ejercen a pesar de los consejos de administración de sus respectivas empresas y los capataces que enseñorean por las redacciones y estudios. Sin embargo, la desvergüenza del editorial con que nos obsequia el periódico de cabecera del grupo PRISA supera con creces los límites de lo que venía siendo acostumbrado en la prensa de la metrópoli.


Molesta mucho, según parece, el que el “trato colonial” que El País tilda de “afirmación falsa y demagógica” esté ahora en boca de todos, también del presidente de nuestro Gobierno, contra el que se carga especialmente en esta pieza, olvidando convenientemente que la postura del PSOE canario es idéntica. Denunciar la impresentable jerarquía antidemocrática entre metrópoli y colonia no resulta de buen gusto para según quiénes. Sin embargo, ¿cómo habría que de ser calificada entonces una decisión que ha sido tomada en contra de la práctica totalidad de las instituciones de las islas, su sociedad civil, organismos internacionales del ámbito medioambiental y científico, etc.? No se puede decir que haya sido precisamente un ejemplo de respeto a la voluntad popular. El matiz colonial viene además dado por la escandalosa diferencia de trato que el Gobierno de España da al archipiélago balear frente a las Islas Canarias. Otra vez los intereses contrapuestos entre España y Canarias. ¿Por cuáles va a apostar este gobierno y este ministro que no hace sino presionar a Repsol para que lleve adelante este proyecto de nimio interés para la multinacional? ¿Cómo se puede enmascarar que las mismas razones ambientales o de conveniencia para el sector turístico que se usan para impedir las prospecciones en Baleares, de repente no tienen la más mínima importancia en el caso canario? ¿Por qué se oculta que los sondeos tendrían lugar en aguas que no son de soberanía española? Nada de esto se dice en la editorial deEl País. Pocos silencios resultaron tan reveladores.


Si ese párrafo es tremendamente ilustrativo, no deja de abundar el siguiente en la conveniencia de que España “inventarie” unos improbables recursos -a tenor de lo ocurrido con las exploraciones marroquíes- como si no se supiera que la legislación actual concede automáticamente los derechos de extracción a quien haya realizado los sondeos. Pareciera que Antoni Brufau es el Comandante Jacques Cousteau, movido exclusivamente por conocer las riquezas del medio marino, sin ningún interés crematístico. Se alude de manera tramposa a las dificultades energéticas de España pero ni se menciona, porque no interesa, que ésos no son los problemas de Canarias, que tiene un vastísimo campo de desarrollo en las energías renovables y que no necesita que una multinacional perfore en sus aguas. No son nuestras necesidades ni nuestros problemas. Le deseamos a España la mejor de las suertes a la hora de resolver sus límites en el campo de la energía pero, ¿por qué eso se tiene que hacer a costa nuestra? Dicho de otra manera: los problemas energéticos de España no los va a resolver una multinacional perforando en nuestras aguas y los de Canarias, los resolveremos nosotros tan pronto tengamos la soberanía necesaria para poder hacerlo y cambiar la infame legislación anti-sector renovables del ministro Soria.

Por último, quieren los editorialistas de El País terminar con una nota de sensatez estudiada, aludiendo a la necesidad del diálogo entre Repsol y las autoridades locales. O sea, accionistas de una multinacional tratando de “convencer” a representantes elegidos por las urnas. Ése es el concepto de democracia que defiende por lo visto El País. Así las cosas, es obvio que no podemos juzgar a esta publicación por hacer periodismo sino por mostrarse definitivamente como lo que siempre fue: un panfleto al servicio de los intereses del poder económico allá donde éste se manifieste. Acaso sea esta verdad incontestable, junto con el recurrente desprecio colonial, la mejor enseñanza que los canarios podemos extraer del editorial de El País.

El PP defendiendo el medio ambiente y el turismo de SU PAÍS:

8/8/14

Ofensiva petroespañola


La cohesión de una sociedad, de un país como el nuestro frente al Gobierno de Españaestá dando sus frutos.  Estos resultados se manifiestan, por un lado, en la puesta de serias trabas jurídicas y políticas que ralentizan el atentado medioambiental y económico que suponen las prospecciones petrolíferas de Repsol en nuestras aguas. Y por otro lado, en la ofensiva represora del Estado Español y el dinero gastado por Repsol en intentar dividir a la sociedad canaria con propaganda barata pero masiva.

Sin embargo, creemos conveniente repasar la ofensiva española frente a la voluntad de nuestro pueblo en su empeño de imponer sus intereses coloniales. Lo creemos porque es fundamental ver con perspectiva las maniobras del imperio, de España, para comprender de manera más completa el conflicto. Son cuestiones que a pesar de la apariencia no son  inconexas. Y sobre todo por lo que podamos aprender de las mismas y la necesidad de valorarlas en su justa medida ya que, por desgracia, la ciudadanía canaria tiende a olvidar y ‘dejar pasar’ los constantes agravios a los que se le somete.

Lamasiva movilización en la ciudad de Telde contra el pregón de Jose Manuel Soria fue quizás la mejor respuesta que se le ha dado a las habituales maniobras y gestos provocadores del Partido Popular en Canarias a pesar de los heridos y las detenciones. El intento de criminalización que justifique una represión violenta que divida a la sociedad canaria constituye una de las toscas estrategias del Partido Popular que, de momento, no le ha funcionado. Al contrario, las evidencias hablan por sí solas, y el mejor exponente es quizás lagrabación que dio la vuelta al Estado de cómo un miembro de la policía española agredió brutalmente a un manifestante canario pacífico.

Telde recibe a Zoria. Agencia EFE

Ciudadana canaria brutalmente agredida por la policía española.
Desde el aparato mediático y judicial español también se proyectó la represión. Una vez másEditorial Prensa Ibérica se prestó a ello en su habitual línea de compromiso y estrecha colaboración con los aparatos represivos. En este caso hablamos de la denominada ‘Operación Carrete’, una surrealista operación dondese detuvo de manera arbitraria a 5 jóvenes canarios que se manifestaban contrael petróleo sin que aún quede muy claro de qué se les acusa. Además de la detención en sus domicilios, fueron señalados con datos personales en las páginas de La Opinión (Editorial Prensa Ibérica) como delincuentes si tansiquiera haber sido juzgados. Entre ellos destaca el artista JM, músico del grupo de rap‘Achicatnas’. Toda esta operación fue, en todo momento, aplaudida y exaltada por este medio de comunicación español en las Islas.

Al mismo tiempo no faltaron casos reproche a la oposición canaria en base a los prejuicios racistas arraigados en la sociedad española sobre los canarios. La prensa española se hacía eco de artículos de opinión de corteracista donde se calificaba a los canarios de ‘vagos’, ‘aplatanados’,‘mantenidos’ e ‘ignorantes manipulados por caciques’. Todo ello unido a una constante falta de respeto a las instituciones canarias y la voluntad de los canarios por parte del Partido Popular.

Pero si algo ha terminado de indignar a la sociedad canaria y hacer crecer la solidaridad internacional con esta lucha ha sido la marea negra que invadió las costas del sureste de Gran Canaria recientemente. Una oleada solidaria acudió masivamente a limpiar la costa ante el desprecio de la Delegación del Gobierno español y el Cabildo de la Isla en manos del Partido Popular. Sólo el Ayuntamiento de Agüimes y el Gobierno de Canariasintervinieron desde el primer momento. El Gobierno de España no sólo intervino tarde, sino que osó reprochar y desdeñar a los ciudadanos voluntarios que pusieron en riesgo su salud por el medioambiente.
 
Los heroicos voluntarios fueron despreciados por las autoridades españolas.
Aunque la útil oposición de la sociedad canaria y la bajada de ventas de las gasolineras de Repsol en Canarias pudiera otorgársele como origen y causa de la risible campaña de anuncios de la multinacional. Pero para ser sinceros, a nosotros se nos antoja un auténtico insulto a la inteligencia de todo un pueblo que aún creen menor de edad, dispuesto a venderse y deslumbrarse a cambio de las palabras mágicas ‘puestos de trabajo’.

Esta actitud hostil y soberbia acompañada de la imposición y desprecio a la sociedad canaria y sus instituciones nos lleva a reflexionar ¿Existe una voluntad de dañar el potente sector turístico de nuestro país?¿Podría responder esto a una presión del sector turístico español ante la competencia que le hace en canario con cifras records?

Autor: Pedro Delgado. Fuente: Sietesitios


3/8/14

La lumpenburguesía canaria ante el nuevo tiempo.


Se atribuye al  científico social y economista alemán Gunder Frank la definición del término lumpenburguesía sobre la década de los setenta.  Su significado le permitió ubicar un segmento vital en la perpetuación del modelo económico de las regiones subdesarrolladas y/operiféricas. Casualmente todas ellas excolonias o neocolonias,  que son, todavía hoy,  un mercado de mano de obra barata, con  gobiernos sin soberanía ni monopolio de la fuerza, ricos en materias primas, con poblaciones con altas tasas de exclusión social y marginalidad, inestabilidad social,  etc… y de donde las potencias dominantes sacan ingentes beneficios con la connivencia y complicidad precisamente de la lumpenburguesía.

Esta se define esencialmente por ser una burguesía autóctona con una conciencia de clase nula, imitadora de patrones, inconsciente de las potencialidades y los recursos del medio en el que se desenvuelve, y que es incapaz de articular una base económica autónoma, al margen de las relaciones tuteladas que puedan suscitarse con la burguesía foránea dominante y sus intereses prioritarios.

Gunder Frank diría que estamos definiendo algunas de las líneas de la “Teoría de la Dependencia”, y no le faltaría razón, pero aquí en las Islas Canarias le solemos dar de nombre “Pacto Colonial” y a su vez le añadimos unas cuantas décadas de dependencia desde que el bueno de Frank y sus colegas diseñaran la teoría.


La lumpenburguesía canaria, esencialmente rentista, sostenida en base a beneficios fiscales y la delimitación de una masa de consumo cautivo, ha generado todo un mecanismo de amortiguación de las ambiciones y la movilidad social basado en la aculturación social y a la creación de un sistema clientelar, generalmente local, que produce una suerte de redistribución de la riqueza como pago a la fidelidad dócil del individuo.

El éxito de este sistema ha dependido de altas dosis necesarias de corrupción, nepotismo, represión de la disidencia, pedagogía de destrucción de la identidad colectiva, etc…  Todo esto inflando el sentimiento típico de inferioridad postcolonial y enarbolando otros sentimientos prepolíticos como la canariedad o creando el espejismo interesado del insularismo.


En las décadas recientes el sistema no ha tenido casi grietas y el turismo no solo ha conseguido acabar con el resto de nuestros sectores productivos, sino que ha aumentado hasta límites máximos nuestra dependencia. El principal motor de nuestra economía, y por desgracia único, está entregado a manos privadas, mayoritariamente catalanas, baleares, madrileñas, alemanas, etc… y la presencia del sector público o de empresas canarias resalta por su ausencia y por su reduccionismo localista respectivamente.  De ahí, que rozando máximos de afluencia turística lo hagamos también en paro, pobreza y horas trabajadas.



Sin embargo, creo encontrarnos con suficientes argumentos como para reflexionar si, fruto de los recientes acontecimientos, una parte del Pacto Colonial comienza a resquebrajarse, o por lo menos se están resituando los términos y los actores. Más allá del continuismo en el modelo de Régimen Económico y Fiscal de Canarias como marco legal que ampara la perpetuación de las actuaciones de la lumpenburguesía canaria y su relación con el Estado y que, efectivamente, parecen no añadir nada nuevo; hay dos elementos, la privatización de los aeropuertos y el petróleo, que tienen un nexo común novedoso: la imposición.

Desde la perspectiva de la Teoría de la Dependencia, no es necesaria la imposición de la potencia dominante a la dominada, ni a sus ciudadanos; el esquema es tan efectivo, como para generar precisamente el encaje perfecto para la burguesía extractiva foránea, la lumpenburguesía rentista local, y la exclusión de la masa social domesticada y compasiva con su realidad. Sin embargo, atendemos ahora a un fracaso estrepitoso del Pacto Colonial por parte del Estado Español, incapaz de alimentar el hambre de sus sectores económicos sin imponer al pueblo canario actividades contrarias a sus preferencias, y las de su lumpenburguesía, que, de pronto, parece haber pegado un ligero estirón prepubertad, y sabe hasta reconocer dónde vive.

Bien es cierto que factores como el electoralismo, el afán martirizador de José Manuel Soria, o la necesidad de escapar al descrédito institucional, podrían explicar muchos comportamientos, o por lo menos son aristas a tener muy en consideración. Obviándolos osadamente, nos encontramos ante el hecho de que la imposición supone  un desafecto de la ciudadanía canaria para con las instituciones del Estado, y a su vez de su propia lumpenburguesía que se ha visto excluida del reparto y avocada a construirse un discurso propio,  que aunque coyuntural,  le permite pensar desde una perspectiva autónoma, y eso, desgraciadamente, es anómalo.


Solo el tiempo dirá el alcance de los efectos de la imposición unilateral del Estado, pero por lo menos, no cabe duda que estamos asistiendo a hechos ajenos al tradicional Pacto Colonial, y la desembocadura de los conflictos decidirá en cierta forma cómo quedará la nueva fórmula de relación que parece estar incubándose, derivada precisamente del colapso del sistema de ultradependencia, y que sitúa a la lumpenburguesía canaria en una encrucijada que le augura un futuro distinto.