Interesante artículo de Domingo Garí que aborda las antagónicas diferencias y la diversidad que caracteriza a los nacionalismos del mundo. Ya desde hace un siglo se hacía distinciones claras entre nacionalismos de los grandes estados (imperialistas) y el de las naciones pequeñas y oprimidas (liberación nacional). Sobre el caso canario, el autor recuerda de que clase de 'nacionalismo' hace gala la Coalición Colonial y sus orígenes en el cacicato insular.
Domingo Garí Hayek. Como toda ideología política el nacionalismo puede ser
interpretado o reinterpretado para dar satisfacción a quienes hacen uso de él.
Con el socialismo, liberalismo, conservadurismo, fascismo, anarquismo o
comunismo ocurre lo mismo. El abanico de opciones es casi tan amplio como los
intereses de clase o grupo que quiera defenderse, o de las tendencias que lo
forman.
El nacionalismo está sometido al mismo tipo de
contradicciones que el resto de ideologías políticas. De ahí que lo que importe
sea la pregunta de a qué tipo de intereses de clase
responde tal o cual nacionalismo. El nacionalismo de liberación nacional,
anticolonialista y antiimperialista de los años 50-70 de los pueblos del tercer
mundo, o los nacionalismo de izquierda de las naciones sin estado de aquellas
décadas, son bien distintos de los nacionalismo imperialistas de estado, o de
los nacionalismos plegados a los intereses de los capitales internacionales en
donde quiere que se encuentren.
Los nacionalismos de liberación nacional y
anticolonialistas son avanzados y progresistas. Defienden los intereses de los
grupos subalternos y combaten el imperialismo político económico y cultural.
Los nacionalismos de estado y los de las nacionalidades en donde las clases
dominantes tienen pactos y acuerdos con el capital internacional, son
reaccionarios en las escena internacional y nacional. Esto lo vemos con total
claridad si observados ejemplos concretos. Los nacionalismos de Nehru en la India, Nasser en Egipto,
Sukarno en Indonesia, por citar a los fundadores de la Conferencia de Bandung que dio origen al tercer mundo en
1955, son progresistas y defienden los intereses mayoritarios de los pueblos a
los cuales representan. Asentaban sus principios en las modernas ideologías del
laicismo, el republicanismo y el socialismo. Por el contrario, los
nacionalismos del Partido
Nacional Africaner en Sudáfrica, del general Zia en Pakistán y del islamismo teocrático en Arabia
Saudí son reaccionarios.
Basan sus principios fundadores en la tradición, la defensa de las élites y el
pacto con el imperialismo y alientan las diferencias culturales, raciales y
religiosas. En nada se parecen unos y otros.
En el caso del estado español también encontramos
diferencias entre los distintos tipos de nacionalismos. En primer lugar tenemos
el nacionalismo españolista. Éste tiene una base muy arraigada en el
nacional-catolicismo, ideología reaccionaria de inspiración religiosa,
defensora de la tradición y de los perdidos valores y poder del imperio de la edad
moderna. Sirvió de sostén al franquismo y sigue siendo parte fundamental del corpus del nacionalismo español. Es el
nacionalismo español de masas por antonomasia. Aunque obviamente también existe
un nacionalismo español inspirado en el liberalismo. Pero este nacionalismo no
ha tenido una verdadera proyección de masas y ha estado reducido a las élites
intelectuales españolas, y frecuentemente tuvo que expresarse en el exilio. La
muerte de la república fue también su propia muerte. Más recientemente el pensamiento
socialista y comunista español, encarnados en la transición en el PSOE y el PCE, y en sus intelectuales,
trataron de definir el nacionalismo español tomando prestado la definición
alemana de postguerra de patriotismo constitucional. En esta propuesta el
nacionalismo lo define el acatamiento patriótico de la constitución de 1978. Este
nacionalismo no es de masas y es cambiante en la medida en que el nacionalismo
españolista pendule de la derecha a la extrema derecha, en donde pasa la
mayoría del tiempo. De tal forma este nacionalismo se encuentra muy
condicionado por el anterior.
Después tenemos a los nacionalismos que se han llamado
periféricos (sobre todo catalán y vasco). Han evolucionado desde posiciones
conservadoras a otras progresistas. Históricamente han sido portadores de una
idea del estado más en consonancia con los nacionalismos de corte liberal
europeo, pero los avatares de la propia historia española los han mantenido
impedidos en buena parte de la historia contemporánea. Desde 1975 se han vuelto
más dinámicos y presentes y han podido desplegar su programa político en parte.
En el caso del catalán formó parte del momento fundante de la constitución de
1978, y a pesar de ser una fuerza política de ámbito catalán, tiene cierta
capacidad de condicionar las políticas en Madrid para el conjunto del estado.
En el caso del País Vasco el PNV que originariamente se reconocía en el
ultracatolicismo, ha ido evolucionando hacia posiciones socialcristianas con un
componente de políticas sociales más potentes que la que despliega la
socialdemocracia española. Estos dos nacionalismos de matriz conservadora, sin
embargo, son de componente liberal mucho más avanzado que el nacionalismo
españolista. En ambos casos, catalán y vasco, existen otras corrientes
nacionalistas. Una corriente de nacionalismo de izquierda en el segundo, y de
catalanismo transversal en el primero, que les hace posible ser la mayoría
social en ambas naciones. De tal forma que la voluntad política mayoritaria en
esos territorios las representa el mundo nacionalista propio, siendo el
nacionalismo españolista minoritario (País Vasco) o residual (Cataluña).
Esos nacionalismo, a los que hay que añadir el galleguismo y el andalucismo (de Canarias hablamos aparte) son fuerzas
sociales o sociales y políticas, depende de los lugares, opuestas al
nacionalismo españolista que, sin embargo, juega con la ventaja de ser el
nacionalismo de estado, lo que le da un plus de poder y de proyección
hegemonizante, sobre todo en los territorios ambiguos (Canarias, Baleares,
Valencia y en parte Navarra). El escenario en el estado, por tanto, queda a
este respecto dibujado entre un nacionalismo de estado, básicamente
reaccionario, aliado del capitalismo internacional, de valores retrógrados,
tales como el catolicismo en su versión ultramontana, que tiene como pilares de
su sostén a la gran banca, el ejército, la iglesia, la alta burguesía y los
grandes aparatos mediáticos de ámbito estatal. Del otro lado, se encuentran los
nacionalismos de las naciones sin estado, que basan su poder en el apoyo
popular y en una burguesía nacional, que cuenta con instrumentos de poder
territorial político y mediático (no en todos los casos) y que contraponen una
visión del estado que incorpora los valores y las propuestas del republicanismo
(laicismo, democracia social y participativa, ilustración, modernidad y
postmodernidad).
De los territorios ambiguos Canarias es el más importante. Teniendo unas
condiciones objetivas diferenciales (territorio, geopolítica, geografía,
historia, cultura, etc.) potentes, adolece de ciertos elementos primordiales para
que su reivindicación nacional sea de primer orden. El principal de los déficit
es la carencia de una clase dirigente con conciencia nacional, disminuida
además por su entretenimiento predilecto, la confrontación intracanaria, que
redunda negativamente en su proyección en cuanto clase nacional. La clase
dirigente canaria se debate entre un españolismo de catecismo y un localismo
miope.
La formulación política que ha pasado a representar de
una forma un tanto sui generis el canarismo en estos últimos veinte
años ha sido CC. Pero CC lleva en su seno los gérmenes de
la impotencia de la clase dirigente que representa. Un porcentaje altísimo de
la dirigencia de CC no es ni ha sido nacionalista nunca. Sus jefes originales,
al menos en Tenerife (ATI) provienen de la UCD o directamente del franquismo. El
más infame (pero no el único) de los dirigentes que ha tenido CC fue Mardones Sevilla. Un notorio
falangista durante la dictadura y posteriormente gobernador civil de Tenerife, cuando la
guardia civil, que estaba bajo su mando, asesinó a Javier Fernandez Quesada en la Universidad de La Laguna en 1977. Luego durante muchos años
parlamentario de AIC-CC en Madrid.
Los 'nacionalistas canarios' de CC nunca han tenido reparo en vestirse 'de gala' para, por ejemplo, celebrar la conquista de Canarias. |
El trío dominante de ATI-CC (Hermoso, Adán Martín, Ana Oramas)
eran alumnos aventajados de Galván
Bello, un hombre del aparato cabildicio en la dictadura. Señalo esto con el
simple propósito de subrayar que los dirigentes de CC-Tenerife proceden todos del nacionalismo
españolista y que eso explica el hecho de que el programa (que ellos llaman
nacionalista) no sea otra cosa que una amalgama de regionalismo folclorista de
inspiración españolista (puede sonar a galimatías pero es verídico como la vida
misma). Este regionalismo-insularismo retarda la toma de conciencia nacional y
mantiene a Canarias en una suerte de nacionalismo
emergente que no termina de explosionar. Se basa sobre las retrógradas
propuestas culturales del tradicionalismo religioso; reduce la identidad a las
fiestas tradicionales de origen rural o directamente recreadas e inventadas por
algunos de sus intelectuales de bandera; se mantiene como expresión de los
intereses de las clases dirigentes de toda la vida, y es el aliado local de los
intereses del capital internacional, siendo así, lo que siempre han sido, un
eslabón del capital imperialistas, que hoy adquiere la fisonomía de
neoliberalismo. La implosión de CC liberaría fuerzas indeseables para
el españolismo en las islas. De ahí que el PP y el PSOE de manera alterna la trate entre
algodones.
Los sectores populares se reconocen en una identidad
canaria1 difusa
y prepolítica, y aunque existe un considerable porcentaje de la población que
no se considera española, sino canaria o de su propia isla, no ha podido (o
sabido) dar una respuesta organizativa y política a esa vertiente identitaria.
Y esto retarda el asunto del nacionalismo en las islas, porque el nacionalismo
es ante todo una proyección de poder. Sólo en el momento de la transición,Pueblo
Canario Unido-Unión del Pueblo Canario quisieron
ser expresión de los intereses políticos del canarismo de liberación nacional,
pero su pronta derrota abocó el intento a su prematura extinción. Sin embargo,
su proyecto era progresistas y avanzado en términos generales. Defendían a los
sectores subalternos, eran anticapitalistas y por consiguiente denunciaban el
papel del capital imperialistas en las islas, eran internacionalistas y
solidarios y buscaban, a la luz de esos elementos, redefinir la identidad
canaria en una proyección de futuro, al contrario de la proyección hacia el
pasado que hace el nacionalismo conservador.
1 En el informe elaborado en 2009 por el
Instituto Español de Estudios Estratégicos del Ministerio de Defensa, los datos
referidos al asunto marcan una tendencia al alza en relación a estudios
anterior del CIS. En este estudio de 2009 se señala que en Canarias se sienten
sólo españoles o más españoles que canarios el 16% de la población; tan español
como canario el 41%; y únicamente canario o más canario que español el 40%; el
1% no sabe ni contesta.