Interesante artículo del periodista Francisco J. Chavanel que plantea su extrañeza por el silenciamento cómplice del desmentelamiento financiero de nuestro país. Una visión interesante de como está afectando el capitalismo globalizador de mano del colonialismo en Canarias.
Francisco J. Chavanel. Canarias7. 1- Después del apocalipsis de las
Cajas. Dos años después de que Zapatero, convencido por los grandes trust
bancarios en aquella inolvidable reunión dominical con los señores propietarios
del PIB español, pusiera en marcha su plan de fusión de las cajas, lo que
tenemos en el escenario es un enorme campo de batalla repleto de cadáveres, con
muy pocos supervivientes, y con los servicios médicos superados por la cantidad
de heridos. Para Canarias aquella decisión resultó demoledora. Eliminó de un
tajo cualquier musculatura financiera, nos hizo más dependiente de la banca
peninsular, nos alejó todavía más de la metrópoli. Poco se ha escrito sobre
esto y me extraña mucho. Me extraña que los que se llaman a sí mismos líderes
de la sociedad civil acentúen sus críticas sobre un Gobierno canario al que
denominan “intervencionista” y callen sobre el intervencionismo de Madrid hacia
esta comunidad autónoma. ¿Y cuál es peor, siendo los dos nocivos para el
funcionamiento sano de una sociedad? Sin duda el de aquel que posee mayor
fuerza y mayor capacidad de influencia.
La realidad demuestra que con un REF
antiguo y saqueado; una RIC pinchada por Hacienda y por la equivocada revisión
efectuada por CC y PSOE en los tiempos postreros de Adán Martín; la caída de
las subvenciones nacionales y europeas hacia un territorio fragmentado que si
bien dilapidó también precisó, y precisa, de ayudas para mantenerse, y eso es
así, guste o no a los que pretenden compararnos con la eficiencia y la
competitividad alemana…, y es así, me refiero a ese tipo de opiniones tan poco
compresivas con lo que somos, porque para algunos la existencia empieza y
termina en su isla. Más allá de la costa no hay más. Y si lo hay no les
importa. En el fondo de tanta arrogancia sólo mora el pleitismo y la nostalgia
por la división provincial. O sea, sólo queda la amargura por lo que se perdió
cuando murió Franco.
Esos líderes buscan con frenesí el enfrentamiento entre nosotros. Dan la impresión de que militan en algún partido político y esa cualidad les impide una mínima objetividad sobre la cantidad de abrasivos hechos que pugnar por arrancarnos del mercado.
2.- La ignorancia política propicia
el desmantelamiento. No les voy a recordar demasiado cuál fue su posición
cuando ICAN entró en La Caja de Canarias para desvalijarla en 1999. Pero su
silencio, intenso y macabro, evidenció su complicidad con lo sucedido. Su
visión panorámica de la realidad les decía que aquello era bueno para ellos
aunque no para el conjunto de la sociedad. Parecía que trabajaban a favor de
los intereses de La Caixa. ¿Qué más daba que se hundiera la Caja si ellos
tenían magníficas relaciones con los delegados catalanes?... Los resultados
están a la vista de todos: los catalanes, como los demás, apenas dan créditos;
todas las decisiones se adoptan en Barcelona; Canarias ya es, en ese sentido,
territorio colonizado. La globalización descubre lo enanos y prescindibles que
podemos llegar a ser.
En Tenerife hay un público, cada vez
más numeroso, que está harto de la pérdida de identidad de la que fue su Caja
(CajaCanarias), y ese público empieza a hacer cola frente a las sucursales de
Cajasiete, que es la única canaria viva después del desastre. Con Bankia ocurre
un fenómeno parecido. Es una entidad bancaria más. Con sede en Madrid,
intervenida por el Gobierno, hundida en la miseria. La Caja de Canarias se
suicidó dentro de ella. De esto no se habla y me sigue extrañando. ¿Qué hubiese
ocurrido si las dos grandes cajas canarias no hubiesen sido obligadas por el
Ejecutivo a fusionarse? ¿Hubiesen estado todavía en el mercado?... ¿Hubiese
corrido Alvaro Arvelo a los brazos de CajaNavarra para huir de la quemadura de
primer grado que hubiese supuesto la fusión con la caja de la provincia de Las
Palmas, o se habría establecido en un punto de quietud y prudencia esperando
acontecimientos?... Y en cuanto a la Caja de Canarias, ¿qué habría pasado? Juan
Manuel García Falcón y Juan Manuel Suárez del Toro, desconcertados porque nadie
les quería, ¿se hubiesen arrimado a Caja Madrid a cualquier precio, o,
precisamente por eso, porque nadie les quería, habrían desplazado su decepción
hacia una suerte de resignación que luego los salvaría del naufragio?
El paso del tiempo es testigo de que Zapatero poco o nada sabía de la carga de su determinación. Fue una dinamitación que interesaba a los bancos para salvar su imagen, que estaba por los suelos por sus millonarios préstamos a la industria del ladrillo, y para concentrar bajo su control el 50% del mercado, en manos de las cajas. Lo peor del asunto es que ni lo sabía Zapatero ni el PP. Los políticos que se sentaban en los consejos de administración de las cajas fueron unos verdaderos ignorantes de casi todo. La política no frenó la tontería de Arvelo de buscar protección bajo el árbol de unos pacientes defraudadores navarros; ni los políticos que se sentaron en el consejo de La Caja de Canarias estuvieron a la altura: no hubo nadie, ni uno, que amonestase en público o en privado a García Falcón o a Suárez del Toro por su inclinación final y desesperada hacia CajaMadrid. Lo que sí hubo fue unos cuantos sacando pecho porque habían logrado nada menos que salvar La Caja de su destrucción. Pobres vanidades huecas de auténtica información.
3- Objetivo: devolver a Gran
Canaria el control de la Región. Ahora lo que hay es una caja pequeñita que
tiene mucho miedo en crecer demasiado aprisa. Podría morir de éxito y de
ambición. Incluso Caja Rural inicia su camino de fusión con la andaluza
Cajamar. Todo con tal de no fusionarse con la tinerfeña de Caja7. O sea, lo de
Arvelo pero al revés. El presidente que planteó su aversión a la fusión, José
Luis Ramírez, ya está cesado. Y el que lo puso en el disparadero en el consejo,
Lucas de Saá, también. Y después de la balacera, inmersión en el vientre de una
ballena con bandera peninsular. Hacia allá corren los ahorros de la patria
canaria.
Por eso me sigo extrañando de tanto silencio sobre un asunto de máxima envergadura. Pongo un ejemplo: el Gobierno de Canarias acaba de acudir al Fondo de Liquidez para solicitar 500 millones de euros; es probable que en el año entrante tenga que pedir otros 900 millones de euros. Nada le vale que sea la comunidad más cumplidora con el déficit ni la que presente mejores bondades en el gasto. Por mucho que el PP acuse al ejecutivo de Rivero de desahogo, despilfarro, e inmoralidad presupuestaria, los conservadores tienen en España un racimo de ejemplos bastante más cualificados en las propias autonomías que ellos controlan. Esos 1.400 millones de euros que se reclaman, más los recortes efectuados –muchos de los cuales eran estrictamente necesarios acometer, al igual que queda mucha banalidad por liquidar- van contra los bolsillos de los canarios, van contra la cuenta de resultados de nuestros ciudadanos, esquilmados en progresión geométrica por las políticas austericidas de Rajoy -que contemplan inyectar en Bankia casi 30.000 millones de euros, y pagar intereses a los bancos alemanes y españoles por valor de 40.000 millones de euros durante 2013-, y también por la deuda de la comunidad autónoma que en, términos numéricos, resulta una broma pesada al lado de la abisal del Estado (650.000 millones de euros).
A lo que voy: a la comunidad autónoma canaria le resulta más barato acudir a socorrerse en la caja del Estado que en cualquier otro banco privado, los cuales tienen instrucciones precisas del Ministerio de Economía de que no concedan préstamos por debajo del diez por ciento de interés. Ante eso, ante el desmantelamiento de las cajas, sobre todo de aquellas que operaban de forma eficiente, a las autonomías no les queda otra que agachar la cerviz, aguantar humildemente los reproches que reciben del centralismo, tragar saliva y tragarse su orgullo en el momento de ser zaheridos con una dádiva que es un préstamo a bajo interés. El PP es el dueño de las autonomías, tal como le exige Bruselas que se cisca en el modelo político español con la complicidad conservadora, y eso para Canarias, y para cualquier otro territorio al que se le trate desde la displicencia más absoluta, supone una infamia y la constatación de que el poder real no reside en las Islas. Y eso se calla. Ese ataque al sistema democrático se calla porque conviene a una laboriosa tropa que trabaja de submarinista a favor de los intereses de un partido.
El pacto actual, CC-PSOE, carece de alternativas serias. No dispone de jugadores ni de campo donde disputar el partido. Fuerzas de Gran Canaria se han propuesto demostrar que el apocalipsis trae un nuevo poder para el Archipiélago, amarrado con solidez desde Madrid, y ejecutado para que la isla vuelva a ser el centro de operaciones. Esto es lo que hay y por eso conviene callarlo. Veinte años de tinerfeñismo dominando la sala de máquinas justifican un cambio de rumbo sin pasar por las urnas.