Pedro Brenes. Durante más de una década, lo que después se convirtió en el símbolo de la liberación nacional de Canarias, no pasó de ser una más de las muchas propuestas de bandera independentista que circulaban por las Islas y entre los círculos de la emigración canaria en Europa y América. Ni siquiera era original, pues ese diseño ya había aparecido, en alguna ocasión, mucho antes de que el MPAIAC lo incluyera en su “Libro Blanco”, a mediados de los años sesenta, confundiendo, según la inveterada costumbre de Antonio Cubillo, la bandera de su “movimiento” con el estandarte representativo de la lucha anticolonialista del pueblo del Archipiélago.Pero a partir del año 1976, cuando se fraguan y se extienden por las Islas grandes movilizaciones políticas y sindicales vinculadas a las reivindicaciones obreras y a la lucha por la democracia y las libertades, todos los grupos de la izquierda anticapitalista y antiimperialista, desde los sindicatos SOC y CCT hasta los partidos PCU, PUCC, PCC(p) y PTC, asumen la tricolor de las siete estrellas verdes como representación de la lucha por la liberación nacional y social de Canarias. Y sólo entonces la bandera de las siete estrellas se impone y se consagra definitivamente, por iniciativa de las masas populares, como el símbolo revolucionario de la Independencia y el Socialismo, perseguido y reprimido por el Estado colonialista español, odiado por la derecha y rechazado por la izquierda colaboracionista y españolista. Al mismo tiempo que la enorme popularidad alcanzada por la enseña nacional, forzó a toda clase de supuestos “nacionalistas” y de oportunistas de “izquierda” a utilizarla, con la evidente intención de neutralizar su carácter anticolonial.
Pero las cosas han cambiado mucho. Desde que la burguesía intermediaria y antinacional decidió emplear el método del chantaje a Madrid para conseguir prebendas, exenciones e inversiones, utilizando la amenaza del independentismo y poniendo en valor ante el imperialismo español su papel de barrera necesaria frente a las reivindicaciones nacionales del pueblo de Canarias, ha surgido, impulsado, financiado y controlado por Coalición Canaria, el independentismo fascista, anticomunista e insularista capitaneado por Rodríguez y Cubillo. Esta maniobra hipócrita, grosera y antipopular de los capitalistas isleños, obliga hoy a todos los grupos y colectivos de la izquierda independentista a reivindicar firmemente y a recuperar sin complejos el sentido revolucionario y el significado socialista que siempre tuvo nuestra bandera, y que hoy corre el peligro de perder a manos de los traidores vendidos a los intereses espurios de la burguesía más reaccionaria e insularista. Y nos obliga también a reforzar y ampliar nuestro papel de liderazgo en la política de la unidad popular frente a la actual ofensiva de los bancos y monopolios contra los derechos de los trabajadores. Ofensiva que se desarrolla con una cadena de recortes sociales y laborales, utilizando como excusa la crisis económica provocada por el capitalismo monopolista en la agonía de su fase histórica terminal. Porque en las presentes circunstancias sociales, solamente cuando todos los anticolonialistas de izquierda -comunistas, socialistas y anarquistas- conformen una alianza por la liberación nacional y procuren la unidad de acción con el resto de las fuerzas anticapitalistas del Archipiélago, podrá el independentismo recobrar el prestigio, el respeto y la influencia que una vez tuvo entre las masas populares de Canarias.
No nos engañemos. La opción política que reúne e integra la reivindicación de la liberación del imperialismo español y la perspectiva de la transformación socialista es la más avanzada y revolucionaria del panorama de la izquierda en Canarias. Pero este papel de vanguardia sólo podrá hacerse realidad cuando, al mismo tiempo, demuestre ser la más organizada, unitaria, lúcida y pragmática. Mientras se mantengan los vicios históricos del sectarismo y la ambigüedad política. Y hasta que no desaparezca la tendencia al aislamiento de las masas y de las fuerzas y sectores autodeterministas de izquierda. Y continúe la vergonzosa tolerancia hacia el fascismo ATI-cubillista, que de una u otra forma se tiende todavía a justificar, nadie podrá tomarnos en serio. Es necesario, por tanto, que los independentistas de izquierda destierren el miedo a proponer las tácticas y las consignas más acertadas y más acordes con la realidad económica y política del momento histórico actual, para el avance revolucionario hacia el Socialismo. Y es imprescindible, también, que se decidan a liderar las movilizaciones y la organización popular unitaria, dando ejemplo de racionalidad y madurez, destruyendo los muros del guetto absurdo, ilusorio e irresponsable, donde algunos se sienten tan cómodos y libres de compromisos.