Canarias es un país colonizado por España, donde históricos mecanismos de coacción, expropiación y desnaturalización social han generado una sociedad mestiza desde el punto de vista demográfico y cultural, sometida en la actualidad a un régimen de sobreexplotación de sus recursos humanos y materiales. Instrumentos como el Régimen Económico y Fiscal (REF), la Reserva de Inversiones (RIC) o el Régimen Especial de Abastecimientos (REA), muy lejos de favorecer el desarrollo equilibrado de las capacidades y dinámicas productivas del país, han demostrado ya sobradamente alimentar nuestra dependencia económica del exterior, favorecer la especulación, acentuar la degradación ambiental y condenar a sectores cada vez más amplios de la población trabajadora a condiciones de miseria y descualificación intolerables por más tiempo.
Así mismo, desde la década de los años setenta del siglo XX, el capitalismo viene apostando en todo el mundo por una progresiva desregulación neoliberal como principal mecanismo de explotación. La restricción de salarios y derechos cívicos era el precio a pagar por una democracia formal que, en la práctica, sólo ha preparado la primacía de la estrategia más especulativa del capitalismo. El despliegue global del capital financiero ha venido acompañado de un debilitamiento de las funciones sociales y redistributivas de los estados, que, no obstante, perduran todavía como palancas de acumulación de capital y gestión política de las condiciones generales de realización de un régimen de dominación cada vez más transnacionalizado. Un escenario en el cual las deslocalizaciones han añadido una vuelta de tuerca más al proceso de alienación que distingue las relaciones laborales en la actualidad, al romper incluso las tradicionales cadenas productivas de ámbito nacional.
Pero junto a esa expropiación material y política, el capitalismo ha desencadenado también una ofensiva igual de devastadora en los ámbitos formativo y cultural: la capacidad crítica de las personas y el despliegue identitario de los pueblos viven hoy bajo el acoso implacable de una estrategia de negación y uniformización sistemáticas. Ignorancia y desarraigo conforman las magnitudes principales de esa deshumanización programada, con la cual el imperialismo prepara la instauración de un neofascismo global.
Bajos estas condiciones nacionales e internacionales, que amenazan con fortalecer y prolongar la dependencia y expolio estructurales del Archipiélago, los sectores más conscientes de las clases trabajadoras canarias han de asumir la responsabilidad histórica de vertebrar y dinamizar las transformaciones sociales que necesita el país, a través de la constitución de un proyecto político que permita al pueblo canario establecer un poder propio e independiente de las estrategias patrocinadas por el colonialismo y/o la burguesía depredadora y dependiente del imperialismo.
Con una urgencia cada vez mayor, el movimiento popular de liberación debe consumar el deslinde político e ideológico con el independentismo auspiciado por el neocolonialismo, que, ante la debilidad orgánica del Estado español y las actuaciones geoestratégicas del imperialismo en el ámbito norteafricano, ha acelerado la ejecución de su proyecto. Una separación de fronteras que no puede quedarse en el mero acto de la definición negativa, sino que demanda construir una referencia y una dinámica tanto social como política inequívocamente independientes. Ha llegado la hora de que las fuerzas populares concentren sus luchas en torno a un programa estratégico común, que, cuando menos, debería contemplar cinco aspectos cardinales. He aquí una propuesta al respecto.
Por tanto, las clases trabajadoras canarias han de ofrecer al conjunto de la sociedad un proyecto de construcción y emancipación nacionales, opuesto por completo no sólo a la dominación colonial sino a cualquier solución neocolonial que patrocine el imperialismo por sí mismo o a través de la burguesía subnacionalista, cuya única aspiración consiste en perpetuar su posición hegemónica en la administración política del capital que opera en Canarias.
Economía social
Canarias posee potencialidades objetivas cuyo desenvolvimiento se encuentra hoy bloqueado y/o secuestrado por la dinámica predatoria y especulativa del capitalismo colonial. La satisfacción de las necesidades sociales debe constituir el principal horizonte de un modelo económico que promueva la superación del actual régimen de explotación, devolviendo al pueblo canario el control sobre todos sus recursos, capacidades y acciones. Para la consecución de esa mayor independencia económica, es imperativo favorecer condiciones y dinámicas sustentables, reorientar las actividades hoy extravertidas, fomentar la recuperación de sectores y estrategias productivos, así como impulsar una digna y equitativa redistribución de la renta social.
Soberanía popular
El sistema medieval de exacciones serviles y la organización caciquil de la vida económica y política que instauró el colonialismo acaso representaron solamente la profundización de unas condiciones que despuntaban ya de forma embrionaria en las comunidades nativas, caracterizadas por una socialización gregaria del ser humano y ordenadas por principios de autoridad y jerarquía, apenas matizados por una propiedad colectiva de los medios de producción y mecanismos electivos para la legitimación del poder.
No obstante, en ambas fases históricas, a pesar de la temprana implicación de la nueva economía colonial en los circuitos internacionales del capitalismo, con su sistemática extracción de excedentes destinados hacia el exterior, aquellas actividades tenían todavía una realización productiva no sólo en un plano material sino también simbólico o psicológico.
Pero el ajuste capitalista de este régimen de dominación, que arranca en el último tercio del siglo XIX, selló una doble expropiación: tanto la asalarización de la población trabajadora como la democracia representativa han consumado una enajenación determinante de las capacidades autónomas del pueblo canario, obligado a concurrir al mercado político y económico en condiciones de absoluta inferioridad respecto a las clases detentadoras de todos los poderes de la sociedad.
Internacionalismo
El Archipiélago, incorporado por la expansión atlántica europea al desenvolvimiento imperialista del capitalismo desde el siglo XVI, se distingue por una especialización colonial de su privilegiada situación geográfica como plataforma militar y nudo de comunicaciones e intercambios internacionales. La aparición de materias primas muy importantes en aguas isleñas y la pugna entre las potencias capitalistas (EEUU, China y Europa) para hacerse con el control de las economías africanas están revalorizando esta posición geoestratégica en las últimas décadas, hasta el punto de haberse activado ya un proyecto de reformulación neocolonial del estatuto político de las Islas.
Soberanía cultural
El desenvolvimiento en libertad de la población amaziq que habitó las Islas por primera vez se vio truncado con la agresión colonial europea desplegada durante los siglos XIV y XV. A partir de esa compulsión ideológica y militar, pero también económica y política, determinante en la pérdida del control sobre la reproducción de sus condiciones materiales y simbólicas de existencia, la personalidad nativa fue diluyéndose de manera paulatina en un mestizaje peculiar. Al mismo tiempo que emergía una nueva realidad social, dominada por un régimen de servidumbre interior y de extraversión mercantil, la emigración hacia el continente americano abrió también otro temprano flujo de crecimiento humano, económico y cultural para el Archipiélago. Pese a todo, los modos de vida tradicionales, donde la impronta indígena se acomodó a la transculturación impuesta por el colonialismo europeo, mantuvieron su latencia hasta la definitiva irrupción del capitalismo en las relaciones de producción agrarias en el último tercio del siglo XIX. No obstante, sólo la terciarización de la economía isleña que promovió la política desarrollista del franquismo ha instaurado un cambio verdaderamente radical en la estructura y las mentalidades socioeconómicas: el desmantelamiento de la cultura productiva y la hegemonía de una concepción especulativa, factor desencadenante de una expansión depredadora del capitalismo colonial.
Unas bases ideológicas, en suma, para un proyecto político cuya constitución orgánica se obliga a concitar la mayor confluencia social posible. Y un medio para ello sería convertir en comités de liberación cada agrupación sectorial, cada nuevo núcleo de oposición y transformación social. Así, concebidos para formar y ejecutar la voluntad de cambio de las clases trabajadoras, estos comités de liberación darían expresión concreta a un imprescindible poder popular emergente.