28/7/09

Llamarme guanche

Con la reciente victoria en Los Realejos son ya varias celebraciones humillantes que los independentistas hemos logrado erradicar. Cinco siglos después los españoles celebran sus victorias frente a los guanches, y los canarios las rechazamos ya que consideramos humillante celebrar nuestra derrota. Esta lucha es simbolica pero no romantica, y esto trae el debate de siempre sobre quienes somos los canarios. Este texto es nuestra aportación.
[Vecinos de Güimar precariamente ataviados de "guanches" para la representación de la aparición de la Virgen de Candelaria. Siglo XIX. La conciencia del pasado indígena siempre ha estado en mayor o menos medida en la sociedad isleña]

La búsqueda y recreación de un pasado mítico es algo presente en todos los nacionalismos. En el canario, también. Sin embargo, lo que no parece un mito, en el sentido de hecho objetivo inexistente, es la continuidad biológica de la población canaria precolonial en la población canaria actual. Son numerosos y diversos los trabajos que apoyan tal tesis, aunque las más recientes, de forma interesada se les ha restringido su difusión.

Para una parte de nuestra sociedad, la cuestión no tiene una definición clara. El mundo de los canarios anteriores a la conquista ha tenido un doble y contradictorio reflejo en las representaciones sociales de los actuales: por un lado, un paraíso donde, junto a un medio natural exuberante, convivía una sociedad idílica; por otro, una sociedad primitiva, salvaje, de costumbres incivilizadas. Con respecto a esta última, como señalara Domingo Marrero Urbín, en el número 4 de LIBERACIÓN, “¿quién se identifica con tanta barbarie, aunque se lo pida el alma y, seguramente la genética?”. La ambivalencia ya fue expresada por el antropólogo Fernando Estévez: los guanches “son, al mismo tiempo, los otros y nosotros…Nos hemos preguntado, una y otra vez, quienes fueron, lo que para unos significa saber quiénes son ellos; y para otros, quienes fuimos o somos nosotros”. Planeando siempre, la falta de certeza absoluta. A muchos les cuesta hacerse a la idea, a pesar de las afirmaciones como la de Rumeu de Armas, historiador nada sospechoso de ser independentista, según el cual, “más del 90% de la población canaria actual lleva sangre guanche en sus venas”.

Raza, lengua y cultura son elementos sobre los que suele construirse el concepto de nación. Ninguno de ellos por sí solo, aunque sean realidades objetivas, tiene mayores implicaciones si carecen de una proyección política, sino son asumidos, por la comunidad, como rasgos diferenciales que definen la nación. De ahí, el interés del nacionalismo español en destruir cualquiera de ellos: “No quedó un guanche, los canarios son descendientes de españoles”; “el habla canaria sólo tiene como propio cuatro giros”; “Todas las costumbres canarias son españolas”. De ahí, también , la labor del nacionalismo canario en reivindicarlo.

Dos razones no han facilitado el consenso, sobre la cuestión, entre las distintas familias nacionalistas: por un lado, la búsqueda exclusiva de nuestra identidad en el mundo amazigh o bereber, por parte de un sector del nacionalismo canario; y, por otro, los prejuicios y desconfianzas de ciertos sectores de ese nacionalismo.

Aceptada la herencia guanche, la normalización de la reivindicación, considerándola uno de los elementos de la identidad nacional, sin complejos y sin cerrazón, se perfila como tarea para el futuro inmediato. Tal aceptación ni se ha empleado, ni se empleará, para justificar la superioridad de los canarios frente a otros pueblos; tampoco la inferioridad. Las señas de identidad canarias se han pujado para salir a la superficie, no parea ocupar el primer puesto en el podio; en todo caso, sí para ocupar un podio sin escalones.
Editorial semanario LIBERACIÓN Nº29. Año 1999