Conociendo
su origen y trayectoria, no sorprende
que el poder judicial español en vez de limitarse a desempeñar su labor se pronuncie políticamente. Y por supuesto al servicio
de los intereses de España.
BNC. Así
de claro se ha manifestado el Tribunal Supremo presidido por Pedro José
Yagüe Gil: "Siendo
incuestionable el valor ecológico de las Islas Canarias y la relevancia del
sector turístico, pesquero y portuario para su desarrollo no cabe eludir que la
producción y explotación de hidrocarburos representa un factor económico de
especial significación para definir la riqueza de un país". Por
contra, no encuentra indicios de que "con carácter inmediato"
se vayan a producir perjuicios irreparables o irreversibles al medio ambiente
por los trabajos exploratorios de Repsol. Es decir, que Canarias ponga en
riesgo su economía, su abastecimiento, su medioambiente, su futuro... es
irrelevante frente a la idea de enriquecer a España. No Pepe, Canarias no es
una colonia…
Asistimos, como en otras tantas ocasiones en nuestra historia, a un
conflicto de intereses entre Canarias y el Estado Español. Los intereses de
este último no encajan, como es habitual, con los del pueblo canario. Pero en
esta ocasión la cuestión no es baladí. Hablamos del control de unos recursos
energéticos, cuestión de mayor importancia si consideramos la zona geoestratégica en la que se encuentra nuestro país en la escala global. Unos recursos que por derecho legítimo deben estar
en manos de los pueblos naturales de un territorio. En las provincias de ultramar España lo tiene
claro. La defensa a ultranza de sus intereses nacionales y las multinacionales
como Repsol vinculada al imperialismo hispano, son claves. El expolio de nuestros recursos para intentar salvar un estado que se va a pique como España es una prioridad para Madrid. Los daños que pueda ocasionar a la economía canaria y el
robo de los recursos a sus legítimos propietarios -los canarios- es un tema no
sólo secundario sino irrelevante. Es la legitimidad que les otorga el derecho
de conquista, la nula existencia de soberanía alguna de Canarias sobre sus
propias aguas, territorio y sociedad. Esta es la clave del conflicto, La Soberanía, y hasta que no entendamos esto no llegaremos a una comprensión
óptima de la situación.
Ahora bien, sigue
sorprendiendo la ingenuidad de aquellos isleños que siguen creyendo en esa
imparcialidad española y ánimo de fomentar el desarrollo de todas sus
nacionalidades respetando sus especificidades. Un cuento chino, o mejor dicho
español, para el que quiera creérselo. El Gobierno de Canarias haciendo gala de
su tradicional servilismo sigue insistiendo en la vía de “la mano tendida al
Gobierno de España”, un Gobierno metropolitano que se ha manifestado por
activa y por pasiva hostil a los intereses y necesidades de nuestro país.
En esta tarea
ha hecho un especial énfasis ministro godo nacido en Canarias que todavía hay
quien le otorga el título de ‘canario’ y encima ilustre. Pero tranquilos, que
el Paulinato contraataca y asegura que tanto la resolución del lunes
como la de ayer no desalientan sino, por el contrario, "dan más fuerza
para seguir combatiendo contra un atropello a los intereses de Canarias".
"Ésta va a ser una larga y dura batalla, que el Gobierno va a combatir
con toda la energía para evitar que se hipoteque el futuro de un modelo
económico basado en la sostenibilidad". Es curioso ver de la noche a
la mañana a los paulinos, berrieles y José Miguel Pérez hablando de
sostenibilidad…En fin, contradicciones típicas no sólo de la clase política
insular, sino, aunque duela reconocerlo, de buena parte de la sociedad canaria
que aún muestra un amplio nivel de ignorancia y sumisión ante la fatalidad
colonial.
Y es que si una clave es la soberanía, de nada
sirve cuando aún el pueblo canario en su mayoría se resiste a asumir la
responsabilidad de pensar por sí mismo y actuar en consecuencia. Es un gran
trabajo pedagógico y formativo el que tenemos por delante con nuestros
paisanos, y esta labor sin conciencia nacional nos atrevemos a adelantar que
será totalmente estéril.