5/4/08

Fernández Quesada: en honor a la verdad

Octavio Hernández



El interés por la figura de Javier Fernández Quesada ha venido creciendo en los últimos años de la mano de quienes hemos pretendido, desde el respeto por la verdad y por las personas directamente implicadas, rescatar su memoria. Es una labor inconclusa en la que hemos participado Daniel Millet, quien les habla, Miguel Ángel Díaz Paralea, Sergio Millares y Julián Ayala con trabajos de investigación y crónica que se están convirtiendo en monografías donde quedará recogido todo aquello que, treinta años después, podemos saber sobre el estudiante asesinado y las circunstancias de su muerte. El trabajo publicado por Millares y Ayala en la revista Canarii es extraordinario por su calidad, cuidado y difusión. Mejora en muchos aspectos lo que otros hemos publicado y aporta fuentes documentales fundamentales a las que hace un año no teníamos acceso.


Ahora bien, en honor a la verdad, a veces quienes investigamos confundimos nuestros deseos con la realidad. En el caso de Fernández Quesada, nuestro acercamiento a su personalidad ha estado siempre atravesado por el contexto de su fallecimiento. Ese contexto estaba, en los últimos meses de 1977, fuertemente politizado. El movimiento de rebeldía obrera y estudiantil contra el que disparaba el régimen de transición a través de la guardia civil era la cosecha ideológica de una siembra antifranquista clandestina con diversas adscripciones ideológicas que pretendían interpretar el momento histórico a través de distintas claves o, como se dice ahora en la teoría de la ciencia política, “cleavages”. Para el investigador, treinta años después, el asesinato de Fernández Quesada plantea el dilema de su inmersión en esas claves que, en suma, nos conducirían a preguntarnos qué pensaba él sobre los acontecimientos que se sucedían en aquellos últimos días de su vida. Hasta ahora, la especulación y las dudas sobre la veracidad de algunos supuestos testimonios publicados, nos ha conducido a quienes pretendíamos conocer la verdad a mantener una postura escéptica a la hora de fijar con seguridad vínculos veraces entre la participación directa de Javier en los hechos conducentes a su muerte y alguna forma de compromiso ideológico personal, esa clase de vínculo que uniría a la víctima estudiantil individual con el mártir de una causa colectiva.


Dice Julián Ayala en su presentación del trabajo publicado en Canarii: “Javier era un estudiante normal, sin especial relevancia política, pese a las versiones interesadas, que posteriormente han tratado de convertirlo en una especie de símbolo del nacionalismo y la independencia de Canarias”. Hasta ahora otros investigadores habríamos asentido a esta afirmación. Hasta ahora. Pero ¿y si no hubiera sido así? ¿Y si Javier hubiera sido conducido a la muerte, no sólo por la casualidad de estar allí, en el lugar y el momento inoportuno de un tiroteo inusual, sino que estaba allí también por convicciones políticas? Y en ese caso ¿de qué convicciones podemos hablar sin temor a equivocarnos? Puesto que quienes nos hemos propuesto rescatar su memoria somos personas de izquierdas, quizá esta circunstancia nos ha alejado más de referirnos a ese detalle que si no lo fuéramos, por prudencia y por respeto. A la vista de la frase de Julián Ayala, llega el momento de hacer honor a la verdad sin aspavientos, con una sincera intención, por mi parte, de aportar al esfuerzo de interpretación y reconstrucción de los hechos para rescatar del olvido y el silencio a la persona en su integridad. Porque silenciar qué pensaba realmente Javier Fernández Quesada también puede ser una “versión interesada” que aproveche la ausencia de evidencias contrastadas para afear por la vía de la suposición reivindicaciones políticas o ideológicas del personaje, simplemente porque ese investigador no las comparte o las juzga inconvenientes o políticamente incorrectas.


[Prueba documental, donde el estudiante muestra de su puño y letra sus ideales independentistas y de izquierdas, aspecto silenciado en el último reportaje publicado en la revista Canarii]


Con ese ánimo de esclarecimiento y reposición, presento aquí un documento excepcional que procede del archivo familiar y hasta ahora no había visto la luz. Se trata de una breve pero intensa y, en mi opinión, extraordinariamente significativa anotación que Javier Fernández Quesada escribe de su puño y letra en noviembre de 1977, poco tiempo antes de ser asesinado en las escaleras de la universidad. La anotación está escrita en el envés de una de las últimas fotografías que de él conserva la familia. Esa instantánea se encuentra entre otras inéditas que Daniel Millet y yo mismo rescatamos del álbum familiar y han recibido bastante difusión desde que las publicamos en el diario La Opinión y, a través de internet, han llegado a distintos portales web. Concretamente, las fotografías adjuntas las tomé yo mismo durante una visita con Daniel Millet a Las Palmas para documentar nuestra investigación con la ayuda de su hermano Carlos. Una de estas fotos supuso un cambio radical en la imagen pública que hasta el momento de su publicación existía sobre Fernández Quesada, otra foto donde aparece agachado y con grandes gafas de sol que ocultaban su rostro. Al ver el texto escrito nos dimos cuenta de que habíamos descubierto un documento importante para resolver, de su propia mano, el dilema político de nuestro acercamiento histórico. Para mi fue una auténtica bofetada a mi propio escepticismo y espero que para Julián Ayala suponga lo mismo. La imagen de su rostro erguido sobre el mar, cerca de la costa, con el pelo agitado por el viento y una mirada limpia, cargada de honestidad y entereza que interroga de soslayo, da pie a un concepto romántico que, sin duda, no ha escapado al atractivo de reproducirla. Probablemente Javier concibió una valoración semejante cuando decidió escribir detrás de la fotografía unas frases que proyectaban ilusiones, compromisos e inquietudes que no nos corresponde comentar, sino simplemente dejar al lector imparcial y al desarrollo de la propia investigación, en honor a la verdad:

"Si ustedes supieran la
cantidad de proyectos,
ideas y nuevas visiones
de “la gente” sobre Canarias
por supuesto libre e inde-
pendiente.... Todos estamos
ganando confianza en
un futuro cada vez más
cercano para Canarias.
Hay muchas cosas
que debemos hacer per-
durar pues son vestigios
únicos de otras épocas
de la humanidad.
Canarias, mañana,
quizás será autogestiona-
ria".


Fuente: Canarias-Semanal.com


A riesgo de quedarme corto entre el ascua y la sardina

[Octavio Hernández en Respuesta a Julián Ayala]


En política y en el trabajo intelectual, cada uno es dueño de sus demonios y, si los suelta sin motivo, nadie tiene por qué ir a recogérselos. La “polémica” de Julián Ayala conmigo, con constantes y reiterativas alusiones personales ajenas a lo que discute, acerca de lo publicado en la revista Canarii sobre el asesinato de Javier Fernández Quesada, tiene dos perfiles. Un perfil muy bajo, compartido con quienes se dedican a cargar las tintas más allá de lo razonable en el ámbito de lo personal. Sobre eso no voy a entrar, pues no conozco personalmente a Julián Ayala. En su artículo, me parece que pierde las formas esperables en personas de izquierdas que dicen tener principios por encima de cualquier diferencia y a las que se supone saber separar la animadversión personal del análisis crítico. Sobre esto me limito a afirmar que son falsas las cosas que le han dicho y me parece penoso que las haya dado por sabidas y sentadas en su escrito. En lo de elegir amigos y enemigos personales creo que ambos ejercemos la libertad de elección, sólo que usted, en este caso, carece de fundamento personal para opinar más allá de una diferencia política que es preciso abordar en sede exclusivamente política. Así que corra usted si quiere, Julián, que ese demonio no es mío.


Pero el otro perfil de la réplica sí me parece interesante: la respuesta política. Me centraré brevemente en esto último.

Ayala considera contradictorio mi posicionamiento porque no expresé mi crítica de algunos contenidos del monográfico de Canarii en el artículo “En honor a la verdad” y le ha llegado a través de un foro de internet. En dicho foro me criticaba un compañero porque “el artículo te salió bastante suavito para lo que se merece el personaje este”, refiriéndose a Ayala. Permítanme que ponga aquí lo publicado en dicho Foro, pues despiezado entre insidias y argumentos no se aprecia algo que deseo destacar (las negritas son mías):


Octavio Hernández: Hay un detalle que no puse en el artículo, pero que realmente me motivó a escribirle una respuesta a Julián Ayala. Lo pongo aquí por si les resulta tan indignante como a mi, aunque no he querido polemizar con Canarii.


Habla Ayala de "versiones interesadas". Ya vemos lo que pensaba Javier Fernández Quesada. Pero lo vemos porque hemos podido investigarlo con independencia, porque el trabajo de Ayala y Millares en Canarii incluyó, sobre esto mismo, una versión que sí puede considerarse interesada.


En la edición de Canarii sobre Quesada (http://www.revistacanarii.com /), en la parte que firma Marta Cantero Lleó titulada "Matar a un ruiseñor", página 13, dice textualmente:
"Junto a las frases copiadas de Einstein, Javier Fernández dejó escritas opiniones suyas sobre diversas cuestiones (en defensa, por ejemplo, del patrimonio cultural: "vestigios únicos de otras épocas de la humanidad. Canarias, mañana, quizá será autogestionaria"), y también sobre sí mismo..."


Juzguen ustedes mismos. Resulta que el mismo documento que reproduzco en mi respuesta a Ayala ellos lo manejaron y lo citan, pero para mi sorpresa, mutilándolo completamente, cortando la parte principal en la que Javier declara su simpatía por un proyecto independentista, y afirmando en su lugar que era una "defensa del patrimonio cultural". Me pareció una falta de respeto y una manipulación de la verdad sobre Fernández Quesada, sentí que lo amordazaban de nuevo treinta años después. Y después Julián Ayala se va a la universidad y suelta allí esa frase de que el independentismo ha hecho una "versión interesada" sobre Javier Fernández Quesada.
Una palabra: indignante.


Y un hecho: Javier Fernández Quesada era independentista y los independentistas que han reivindicado su figura en estos años deben sentirse orgullosos porque han honrado la verdad de su memoria, que otros no han podido ocultar ni manipular.


M1: Pues el artículo te salió bastante suavito para lo que se merece el personaje este. Chiquita fobia que tiene con los anticolonialistas, como la gran mayoría de los españolistas de tradición comunista en Canarias.

Octavio Hernández: Había que elegir entre protagonizar yo la crítica o dejar que el manuscrito de Javier Fernández Quesada se encargara de ponerlo en su sitio. Elegí lo segundo. No creo que una polémica entre investigadores haga honor a la verdad, existiendo un documento tan contundente.


Lo cierto es que Sergio Millares y Julián Ayala, a mi modo de ver, han pretendido difundir una "versión interesada" cercana al PSOE. Y lo argumento:


- No mencionan que la Ley de Memoria histórica excluyó a Fernández Quesada. Una forma de faltar a la verdad es omitirla.


- Intentan imponer una visión de que Javier era el "prototipo" de estudiante obediente, "normalizado", para oponerlo a la evidencia de un movimiento estudiantil politizado, radicalizado, plural y comprometido socialmente. Faltan a la verdad.

- Insisten en que un policía del grupo agresor de la guardia civil fue el que disparaba a quemarropa, aunque lo matizan trasluce una pretensión de separar al aparato represor del estado de un supuesto "sujeto incontrolado". Esta era la justificación de la represión ya en la época de Javier y treinta años después miren cómo de tapadillo la rescatan. Faltan a la verdad: la represión estaba organizada, dirigida y "dosificada" desde la estructura militar, policial y civil del estado.

- Ayala parece lamentar que los sindicatos "normalizados", es decir, vendepatrias y vendeobreros, no estuvieran al frente de las huelgas, y viene a culpar indirectamente al radicalismo autogestionario de los comités de obreros y obreras y al activismo independentista -con los que Javier simpatizaba- de que las cosas acabaran violentamente, porque no cabían en los Pactos de la Moncloa que UGT y CCOO habían firmado. La postura es calculadamente ambigua, pues pretende satisfacer tanto a reaccionarios como a progres.

- En la misma línea, presentan el asesinato político como un suceso vinculado a la extrema derecha golpista, lo cual salvaría las responsabilidades de los reformistas que estaban haciendo la transición, obviando que también pudo ser concebido como un asesinato de contención de la marea social rupturista y de la vinculación del independentismo con ella a través de las huelgas y del movimiento estudiantil. En relación con ello, omiten los debates de la Comisión de Interior que mostraron escandalosamente a todas las fuerzas políticas intentando hacer apaños para que el asesinato no le pasara la factura a la transición democrática.


- En definitiva, Millares y Ayala vienen a omitir partes esenciales de la historia para presentar una versión edulcorada y conveniente que extirpa de la figura de Javier Fernández Quesada todo su potencial de conflicto con el sistema político actual; todo su potencial transformador de rebeldía colectiva queda subsumido en un enclaustramiento de sus aspiraciones de emancipación en la vicisitud individual ("un estudiante normal").


- Pero Javier Fernández Quesada dejó escrito qué pensaba, y contra eso nada podían hacer, excepto intentar censurarlo. Pero la verdad debe prevalecer.

Fuente: http://www.azarug.org/debate/viewthread.php?tid=7250#pid33901



Creo que es legítimo que Julián Ayala defienda su postura y critique la mía. No tengo nada más que añadir a lo escrito en el Foro, ni necesito escorar con ataques personales el buen juicio que corresponde al lector o lectora crítico e imparcial. Quien lo desee, puede consultar de nuevo Canarii a la luz de mi crítica y de lo que sobre ella opina Julián Ayala.

Por último, hago una reflexión a Ayala sobre el que considero nudo gordiano de toda esta discusión: si Javier Fernández Quesada dejó escrita su simpatía hacia una Canarias “por supuesto libre e independiente” porque era –cito a Julián con negritas mías- “un joven hijo de su tiempo, sensitivo, inquieto, sin gran experiencia política y “contagiado” por el ambiente de la época, en que el nacionalismo canario de izquierdas se presentaba como un referente político”, y si el propio Ayala llegó “a llevar colgada del cuello una pintadera y para provocar a la derecha acudía con ella a los plenos del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, donde fui concejal por UPC”, porque “el nacionalismo era entonces un foco referencial para mucha gente (por ejemplo, los consejeros del Cabildo y los concejales de UPC en el momento de tomar posesión del cargo añadíamos a la fórmula genérica el párrafo “y luchar por una Canarias libre y socialista””. Si esto es así, Sr. Ayala, si existía esa hegemonía cultural independentista, compartida a pesar de “notables diferencias ideológicas”, que usted mismo refiere como la motivación de Fernández Quesada y de la militancia de la época, ¿quién arrima el ascua a su sardina? ¿por qué lejos de reconocerlo afirmó en la presentación de su investigación en la Universidad de La Laguna que atribuirle precisamente el simbolismo de esa hegemonía es una “versión interesada”? Difiero en esto. No me parece, en absoluto, “un asunto colateral y poco importante ante la terrible injusticia de su asesinato”, como usted afirma, porque el asesinato, en su contexto, fue también un crimen político contra esa hegemonía cultural antifranquista, rupturista y, sí, independentista. Y ese dato contrastado no puede disminuirse para reducir la responsabilidad contraída al haberlo evadido públicamente, porque se tergiversaría la verdad histórica, además de la posición política del propio Quesada y de quienes hoy reivindican, legítimamente, su figura desde el independentismo. Decir otra cosa me parece una versión interesada que hurta la razón real y objetiva del simbolismo que se le atribuye, hurta la memoria para escorarla treinta años después hacia posturas ideológicas no antagónicas con el mismo Estado responsable de este crimen -¿o ya no es el mismo, Sr. Ayala?-, porque así quedaría también protegido el punto de vista de quienes, como usted, se echaron el farol en la UPC y sólo jugaban a flirtear con el independentismo para recoger los beneficios de su auge social mientras otros lo que se jugaban era la vida por esas ideas. Yo pienso que son estos quienes realmente pueden dignificar la memoria de Javier Fernández Quesada al reivindicarla como icono de su propia experiencia y aspiraciones. Pienso que son ellos quienes hacen justicia, no sólo de boquilla sino en la práctica, a un “hijo de su tiempo”, de aquel tiempo, pero también de éste. Y creo también que hay que poner de manifiesto no sólo los ribetes de autocensura o las interpretaciones limitantes que se aprecian en la investigación de Canarii, que son por supuesto opinables, sino también la motivación política que tienen quienes así expresan sus propias renuncias respecto a un pasado en que jugaban a cosas que hoy quizá juzgan políticamente incorrectas. No está bien versionar la historia de las víctimas para que no se vean las propias deformaciones en su espejo. No es baladí, ese sesgo está atravesando todo rescate de la memoria histórica desde la guerra civil a nuestros días porque quienes investigan a menudo la afrontan en su condición de renegados como un juicio retrospectivo de sus propias trayectorias al que así evitan comparecer, buscando en esa versión una reafirmación, cuando no justificación, de los propios cambios, a veces de bando, a veces de postura. Tan legítimo es que Ayala se defienda de esto como que yo haya destacado que eso está ocurriendo. Y si Canarii publica finalmente el escrito de Javier Fernández Quesada que Marta Cantero extractó e interpretó de forma un tanto extraña, como ya sugerí a Sergio Millares cuando lo hice público, y da la palabra a quienes están recibiendo amenazas del tipo de las de hace treinta años por intentar reabrir el caso, aunque aparte de eso sean independentistas, en lugar de poner comentarios como los que me dedica para disminuir la importancia de la evidencia que Fernández Quesada dejó inadvertidamente a la posteridad, me daré por satisfecho en este duelo dialéctico. Publíquenlo con ecuanimidad, sin sesgos, ascuas ni sardinas, simplemente en honor a la verdad.


http://www.canarias-semanal.com/secciones/dossier/ferquesada/articulos/ariesgo.html