Muchos la cuestionan o desdeñan, algunos incluso niegan su existencia, pero la la gran mayoría de la sociedad canaria la desconoce. La literatura de un pueblo es su alma. Un pueblo sin alma y sin sentimientos es un pueblo abducido, en coma o muerto. Por eso negarla o ignorarla es la fórmula preferida del colonialismo con el fín de anular y exterminar nuestra alma colectiva. La literatura la conforma el imaginativo más íntimo de un ser y un colectivo humano; su trayectoria vital, su pensamiento y su interpretación del mundo...Un legado de sus pensadores más destacados digno de preservar. Esta inconmesurable riqueza es segregada por el pensamiento único español, para ellos sólo la literatura castellana -de Castilla- es digna de universalismo. La canaria sin embargo no puede aspirar a semejante título a no ser que se despoje de su realidad, o sea, se convierta en una patética fotocopia de la castellana. Así se explica que para ello sólo puede existir una "literatura española en Canarias", y lo demás no llega a "Literatura". Por suerte no son pocos los puntales de nuestras letras en el transcurso de nuestra historia. Nuestra literatura oral se remota a mucho más atrás de cinco siglos, primero en lengua amazigh y posteriormente en español. Sin embargo en dos lenguas diferentes se expresa una misma realidad,un mismo pueblo y un mismo país. Ahí están nuestras leyendas populares, nuestros Viana, Cairasco de Figueroa, Viera y Clavijo, Nicolás Estévanez, Tomás Morales, Alonso Quesada, Manuel Padorno, y los contemporáneos Víctor Ramírez o Francisco Trajano...entre tantos otros. Todos ellos exponentes claros de la marcada personsalidad de nuestra literatura, de nuestra alma. Por eso nuestras voces propias molestan, nuestras historias, nuestras letras y nuestras ideas.
Ahí queda nuestro homenaje a nuestras letras.