Nota del autor: Este documento audiovisual fue elaborado en el año 2005, con ocasión del 25º Aniversario del atropello mortal de Belén María, que aconteció durante una jornada de huelga. El guionista y realizador, Juan Antonio Delgado Santana, (que lo hizo de manera altruista, sin cobrar nada, durante la excedencia voluntaria que resultaría definitiva por motivo de despido) se reafirma en el valor simbólico y la trascendencia histórica para las Islas Canarias de quien ofrendó su vida por la causa de l@s trabajador@s; no obstante, manifiesta que discrepa totalmente con la línea neoliberal (apoyo al proyecto ultraderechista de la Gran Marina, al puerto de Granadilla…) de la deriva posterior del sindicato portuario, con quien no mantiene ningún vínculo. Gracias.
30 años sin Belén María
“Es como estar en un sitio y entra un nido de avispas, un rumor que va creciendo. Alguien grita: acaban de matar a una niña”. Así vivió José Luis Perdomo, hijo de portuario que tenía entonces 9 años, la noticia del atropello de Belén María. En el salón parroquial de la iglesia del Carmen se formó “un silencio doloroso, oscuro”. Todas las mujeres de los portuarios pusieron las miradas sobre sus hijos.
En la iglesia el silencio, en la entrada del Sebadal gritos, disparos, gente corriendo. Luis Perdomo (entonces trabajador portuario y sindicalista) recuerda que la mañana había sido tranquila. La policía nacional se había acercado hasta los cientos de estibadores que estaban en la paellera (así llamaban a la rotonda que hoy se llamaba Belén María), los mandos policiales les dijeron que no debían cortar el tráfico. Luis Perdomo les respondió: “no tenemos otra alternativa que cortar el tráfico de vez en cuando, para que nos escuchen”. Los coches se paraban ante la manifestación de los trabajadores. Un mando de la guardia civil salió del puesto y le pidió al primer vehículo que continuara. El alfa romeo arrancó y se llevó por delante a dos personas. Belén María fue arrastrada cerca de cien metros. El conductor huyó en su coche subiendo la cuesta del Sebadal. Algunos trabajadores intentaron alcanzarlo. La policía cargó contra los portuarios. Luis Perdomo recuerda que “nos disparaban directamente a la cara. Un compañero perdió un ojo y otros muchos resultaron heridos”.
En medio de la confusión alguien pidió voluntarios para donar sangre en la clínica Santa Catalina. Fefa Ojeda, madre de Belén María, se acercó al hospital sin saber que la que había sido atropellada era su hija. Fueron las horas más duras de una lucha de muchos meses. Los estibadores luchaban por un convenio colectivo, por el reconocimiento de la Coordinadora Estatal de los Estibadores. En diferentes puertos del Estado algunas empresas habían firmado el convenio, la patronal canaria se negaba rotundamente. La prensa de la época no contaba las reivindicaciones de los portuarios, jamás hablaron de las condiciones miserables de los estibadores de un puerto que daba mucho dinero a unos pocos. Hubo algunas honrosas excepciones, el periodista canario José Luis Morales era redactor-jefe de la revista Interviú. Morales tuvo que sentarse dos veces en el banquillo de los acusados por varios reportajes sobre la muerte de Belén María. La lucha era dura, pero el momento más duro llegó en la madrugada del 25 de julio cuando el líder sindical Remigio Vélez entró en la biblioteca de la sede de la Organización de Trabajadores Portuarios y dijo la fatídica frase “la niña ha muerto”. El 26 de julio, hace hoy 30 años, Las Palmas de Gran Canaria vivió una de las manifestaciones de duelo más masivas. El entierro de Belén María congregó a más de 30.000 personas. Caminando desde el puerto hasta el cementerio de San Lázaro, cientos de vecinos se iban sumando a la manifestación de dolor colectivo. La muerte de la adolescente abrió los ojos a la Isla, la lucha de los estibadores comenzó a ganar la simpatía de muchos sectores que habían permanecido ajenos. El miedo a que la lucha se radicalizara llevó al gobernador civl, Fernández Escandón, a presionar a los empresarios para que cedieran en sus posturas, para que buscaran un acuerdo. Las patronales canarias terminaron aceptando el convenio laboral que ya había logrado el visto bueno de otras empresas de la península. “Me he preguntado muchas veces por qué no se sentaron a negociar antes de que tuviera que morir alguien, que en este caso le tocó a mi niña, pero podía haberle pasado a cualquiera”, la reflexión de Fefa Ojeda está recogida en el libro Belén María, historia de un símbolo de la periodista Marta Cantero. Con esa pregunta en la mente han pasado ya 30 años. Hoy día nacen otras preguntas. Aquellos convulsos años han dado paso a unos tiempos donde el verbo luchar apenas se conjuga. Ayer fueron los portuarios, hoy son los funcionarios mileuristas los que están en el punto de mira. Se repiten algunos discursos, a los derechos laborales se les llama privilegios, a los que organizan las protestas los llaman caraduras, a los que se quedan con los grandes beneficios económicos los nombran hijos predilectos.
La prensa sigue en el mismo sitio. Por eso este aniversario casi ha pasado desapercibido, apenas una crónica de la misa aniversario. “Se me va el tiempo de las manos, rápidamente, sin darme absoluta cuenta. Y me da miedo, pena. Pues la vida es tan bella y a la vez malvada”. Estos versos los escribió Belén María cuando iba a cumplir 16 años días antes de morir atropellada, están recogidos en el libro Aquel verano del ochenta. La muerte de Belén María, de Juan Antonio Delgado Santana. La vida fue malvada con Belén María, por eso recordarla puede ser un ejercicio de memoria histórica para hacer justicia con aquellos hombres, mujeres y jóvenes que tanto lucharon para que unos trabajadores tuvieran una vida más digna.