1- ¿Qué es Canarias para usted?
En un plano íntimo es el conjunto de sensaciones, sabores, colores, olores, sonidos, imágenes, fríos, calores, calimas y humedades que me han rodeado e impregnado desde que nací y que, junto a la memoria colectiva transmitida a través de los que nos precedieron (bien de forma oral, o a través de sus obras), han ido configurando mi psique, el prisma a través del cual veo y entiendo la vida, la forma en que me divierto, sufro, laboro y sueño. De manera más general Canarias es un Archipiélago situado en África noroccidental, que alberga presencia humana desde hace al menos veinticinco siglos (aunque ahora parece ser que treinta) y que ésta era originaria del norte del continente africano, y que la misma fue desarrollando su modus vivendi de acuerdo, por un lado, a las condiciones materiales que encontró en las islas y, por otro, al bagaje cultural que portaba, y que esa colectividad humana sufrió un encontronazo, en forma de guerra de conquista y posterior colonización, con huestes armadas y financiadas por los afanes expansionistas de los señores feudales europeos primero, y posteriormente por la corona de Castilla. A partir de ese momento (S. XV) los habitantes de las islas sufren un profundo traumatismo fruto de la guerra y, sobre todo, de la aculturación forzosa que tienen que soportar, donde se sustituye una lengua, unas creencias y una forma de entender la vida por otras que se inculcan a base de terror y sangre. Fruto de ese proceso traumático nace una nueva sociedad que desde ese momento vive una evolución marcada por el caciquismo, el monocultivo, la miseria de la inmensa mayoría de la población, la emigración interinsular y hacia el exterior (fruto de lo anterior), el fundamentalismo religioso, el desprecio a sus manifestaciones culturales y a su forma de expresarse y, en definitiva, la infravaloración de su ser. El tejido que establece el poder colonial en connivencia con la casta dominante hace que esta situación, de una u otra manera, se perpetúe hasta hoy. Por todo esto, Canarias resulta ser un país con graves y lastrantes problemas estructurales, que tiene una identidad contradictoria que se encuentra en proceso de construcción, pero que al mismo tiempo posee una importante fuerza en materia de creación y una visión abierta y cosmopolita del mundo que le puede deparar un futuro lleno de posibilidades y oportunidades siempre que se haga en base al respeto de la memoria y de nuestro rico legado cultural y espiritual.
"Canarias tiene una identidad contradictoria que se encuentra en proceso de construcción, pero que al mismo tiempo posee una importante fuerza en materia de creación."
2- ¿Qué cree que define a los canarios?
Manuel Alemán analizó la temática de las coplas en la música tradicional y las agrupó en: la emigración, la madre fallecida, el amor imposible, la religiosidad, cantos a la tierra y las erótico-sexuales y a mí esta agrupación, aunque refleja la sociedad tradicional, me pareció siempre significativa y que resume bastante bien aspectos definitorios de los canarios. Es muy frecuente que desde chinijos nos hayan venido inculcando un ancestral temor a la hora de cuestionar el supuesto “orden natural de las cosas”, muchas veces tenemos un miedo inoculado a hablar de las situaciones que nos causan dolor para llegar al fondo de las mismas y tratar así de resolverlas. Frases como “deja eso”, “no estés revolviendo mierda”, “no te busques complicaciones”, etc., las hemos venido escuchando desde la más tierna infancia. Además, curiosamente, cuando logramos expresarlas, ya sea por cansancio o simple hartazgo, lo hacemos de forma nada asertiva, es decir, con exabruptos y arrasando con lo que cojamos por delante (cuestión muchas veces repetida hasta el infinito en nuestras organizaciones sociales y políticas). Esta situación, además de provocar múltiples frustraciones y problemas de conducta, condiciona desde nuestro accionar cotidiano hasta el rumbo de todo un pueblo. Somos además, nostálgicos, indolentes, infravaloramos con profusión lo propio frente a lo que viene del Norte, reverenciamos con fervor lo divino e inexplicable, adolecemos de iniciativa a la hora de emprender proyectos personales o colectivos, pero, al mismo tiempo, somos un pueblo que gusta de la diversión, con una importante fuerza creativa, solidario, con un sentimiento de pertenencia a una colectividad definida y diferenciada y de amor a lo propio (aunque, muchas veces, con imágenes distorsionadas de la realidad) y que, en muchos momentos de la historia, ha demostrado ser ciertamente emprendedor aquí y en otras tierras hermanas, abrazando, incluso el camino de la lucha ante las injusticias. En este sentido, hay que destacar de sobremanera la participación masiva y decidida de miles de canarios y de sus descendientes en los procesos de Independencia de las excolonias americanas, fundamentalmente en el caso de Cuba (se han hecho estudios interesantísimos al respecto aquí y en Cuba –recomiendo encarecidamente “Mambises Isleños” de José Fernández Fernández- pero siempre llevados a cabo por entusiastas iniciativas particulares y casi nunca gracias al apoyo institucional), donde nuestros compatriotas optaron sin titubeos por enfrentarse al poder colonial español que tantas injusticias producía en Cuba y en el Archipiélago. El por qué un pueblo abraza el camino de la lucha para revertir una situación en una tierra que no es la suya originaria, y en aquella que lo vio nacer es incapaz de llevar iniciativas colectivas al respecto, tiene que ver con las condiciones que se dan en un momento determinado en uno y otro lugar y, relacionado con esto último, con las redes que el poder colonial y el caciquismo institucionalizado tejieron tan laboriosamente desde el momento mismo del fin de la Guerra de Conquista en Canarias. Para terminar quisiera volver al siempre referenciado Manuel Alemán y el concepto de “conciencia neblinada” que acuñó y definió: subimos a la cumbre y el paisaje está ahí pero no lo vemos por la neblina, y esta situación nos hace caminar con miedo y desconocimiento de a dónde vamos. Una metáfora perfecta que ayuda sin duda a entendernos.
"El por qué un pueblo abraza el camino de la lucha para revertir una situación en una tierra que no es la suya, y en aquella que lo vio nacer es incapaz de llevar iniciativas colectivas al respecto, tiene que ver con las redes que el poder colonial y el caciquismo institucionalizado"
3- ¿Tiene el pueblo canario derecho a decidir su futuro y en qué modelo?
Todas las colectividades del mundo tenemos el derecho y el deber de decidir nuestro futuro sin coacciones y de la manera más libre posible. En la época de lo políticamente correcto en la que parece que se han instalado las castas dirigentes, éstas se llenan la boca continuamente hablando de participación ciudadana y de democracia participativa, pero a la hora de la verdad, dentro del marco del estado español, por ejemplo, hay pánico cuando se plantea la posibilidad de consultar a la población acerca de ciertas cosas. Es hora que Canarias asuma con madurez cual tiene que ser su futuro, pero para que esto se pueda hacer de manera honesta, justa y equilibrada, debe hacerse previamente una profunda labor pedagógica -que destierre miedos grabados durante siglos por el poder colonial en nuestras mentes y corazones- donde todas las opciones y posibilidades tengan el mismo derecho a enfrentarse en el terreno de las ideas, sin demagogias, sin tutelas y sin coacciones. En una sociedad como la nuestra, tan despolitizada, con tan bajo nivel formativo, tan poco acostumbrada al debate respetuoso y profundo, con tan poca capacidad de mirar más allá de donde le dejan, con tantos miedos inculcados, en definitiva, tan inmadura, no existen garantías en la actualidad de poder llevarse a cabo un proceso consultivo que sea justo y real acerca del futuro sin desarrollar primero esa imprescindible labor pedagógica.Pero tampoco debemos obviar que para volver a poner sobre el tapete del actual juego político (sostenido por el tripartito PP-CC-PSOE) el cuestionamiento real de la situación colonial de Canarias y un futuro desligado de la misma, junto con el cambio de modelo socioeconómico que acabe de raíz con la degradación medioambiental, social, cultural, política y económica del Archipiélago, es imprescindible una organización que abandere nuevas formas y que aglutine a todas las personas –con sus diferentes matices y sensibilidades- que en este país soñamos con un futuro de justicia, libertad y solidaridad, y a esa tarea debemos ponernos todos, sin ambages ni miramientos de ningún tipo, Canarias no puede esperar.
Canarias, en el marco del estado español, está a la cabeza en cuanto a fracaso escolar, en toxicomanías, en consumo de antidepresivos, ansiolíticos e hipnóticos e incluso en índice de suicidios (todos hemos conocido a alguien que ha optado por esa drástica decisión, incluso dentro del campo nacional -cuestión esta que habría que estudiar en profundidad algún día-). Todo esto no es, de ninguna manera, casual. La población canaria arrastra un trauma colectivo que está en el sustrato de muchos de estos problemas y de la que no es consciente (la “conciencia neblinada” que definió Manuel Alemán) y la situación colonial de Canarias y el caciquismo institucionalizado como consecuencia de este, no han hecho más que profundizar en la herida. Al menos un tercio de la población canaria es analfabeta funcional y la inmensa mayoría de la totalidad desconoce la Historia del pueblo al que pertenece, esto es, la evolución de una colectividad –de la que forma parte- que lleva asentada en estas islas al menos 25 siglos. Los planes de estudio siguen sin situar en el lugar que le corresponde la Historia de Canarias, pero cuando hablo de toda la historia no hablo sólo de la historia colonial, ni de la del mito del buen salvaje, hablo de toda, con sus luces y sus sombras. En este sentido, por ejemplo, resulta inconcebible que no exista una cátedra de tamazigh (bereber) en las dos Universidades canarias cuando, al menos durante 20 siglos, los habitantes de estas islas formaron parte de ese ancestral complejo cultural. Del mismo modo, considero increíble que prácticas deportivas como la lucha canaria, juego del palo, lucha del garrote, salto del pastor, vela latina, etc., que son un legado que forma parte de la riqueza cultural, no sólo de Canarias, sino de la Humanidad entera, no estén mimadas por las instituciones y no sean de obligado aprendizaje para todos los niños y jóvenes. Insisto: lo que no se conoce no se puede amar, y lo que no se ama no se protege y, por lo tanto, está condenado a desaparecer. Si yo, por ejemplo, viviera en Irlanda, Tanzania, Corea, México o Galicia, me ocuparía en conocer en profundidad la evolución histórica de esos países para entender mejor al pueblo que me ha acogido y, si llegara a tener hijos en ese país, me ocuparía que éstos conocieran y respetaran (y por lo tanto amaran) tanto la de sus ancestros como la del pueblo donde viven. Por todo esto, queda claro que a Canarias le falta tomar conciencia de su lugar en el mundo y del papel que quiere jugar en el mismo, teniendo muy en cuenta el cruce de caminos que significamos entre el continente al que pertenecemos -África-, Europa y nuestra América. En Canarias da la impresión que casi todo está al revés: tenemos unas posibilidades tremendas de apostar decididamente por el uso y la investigación en energías renovables y somos una de las regiones del planeta más insostenibles y con más consumo de combustibles fósiles; la naturaleza nos dotó de unos paisajes y bellezas naturales excepcionales y las hemos destrozado en pocas décadas y, aun siendo conscientes del deterioro, seguimos incidiendo en el mismo de manera decidida y acelerada; podemos colocar donde se merece a nuestra cultura y todas sus manifestaciones tradicionales y contemporáneas y hacer de ellas una atracción real para el turista consciente y seguimos apostando por un turismo que se debate entre la pizza y el botellón por un lado y los campos de golf por otro; ponemos un recurso tan preciado y limitado como el suelo y el medioambiente al servicio del sector servicios y las riquezas que genera, en vez de quedarse mayoritariamente en el Archipiélago se van fuera en ingentes cantidades; se les da todas las facilidades a la clase empresarial para que se constituyan en uno de los motores económicos y sociales de esta tierra, y ésta termina protagonizando la mayor evasión de impuestos de la historia a través de un instrumento tan siniestro como la RIC; podemos utilizar nuestra posición en el Continente para servir de referente y de plataforma de intercambio mutuo con los países del mismo, generando otras formas con pueblos hermanos que se encuentran en unas condiciones tan extremas, y el empresariado canario lo que hace es ir a la caza de África como nuevos colonizadores; tenemos un territorio frágil y limitado y abrimos las puertas al establecimiento de todo el continente europeo y a las segundas y terceras residencias que esta situación conlleva; a pesar de todo Canarias continúa generando mucha riqueza y las bolsas de pobreza y desigualdades sociales no hacen más que crecer; urbanizamos las mejores y más sensibles zonas de nuestras costas y medianías y, en vez de generar espacios naturales de disfrute colectivo con un mínimo equipamiento, creamos urbanizaciones acomodadas que terminan siendo ocupadas mayoritariamente por colonos españoles y por la burguesía canaria; cuando los consejos de los organismos internacionales indican que hay que ir hacia el autoabastecimiento y la soberanía alimentaria, aquí abandonamos el sector primario y lo acorralamos frente a la depredación del hormigón; etc..Por último y como colofón a todo lo anterior, es absolutamente necesaria una regeneración democrática profunda y real que dignifique la política y el ejercicio de lo público y acabe de una vez con los especuladores, mercachifles, sarandajos y vendepatrias que copan la mayoría de nuestras instituciones, para poder caminar, por fin y de una vez, hacia el objetivo de convertirnos en los verdaderos dueños de nuestro destino.
Antes que nada tratar de conocerla lo más que pueda según mis posibilidades y, de esta forma, quererla de forma sana, con sus defectos y virtudes, y aprovechar ese limitado conocimiento para difundirlo entre los que quieran y puedan.Actualmente no milito en ningún partido político y esa pretensión, de momento, no entra en mis planes a corto y medio plazo, aunque eso sí, sigo con interés, cariño y respeto el trabajo de muchos compañeros militantes que trabajan con entusiasmo desde ese ámbito. En cualquier caso, trato de participar en aquellas convocatorias de diferentes colectivos que me resulten más interesantes y asumibles, así como en debates en diferentes foros que traten de remover y renovar las ideas y las formas. En el sentido estricto de la militancia tradicional estoy sindicado en Intersindical Canaria desde donde participo a nivel laboral en mi centro de trabajo y colaboro en iniciativas de difusión de la cultura canaria, además de ser socio de Ben Magec.
6- ¿Cómo definiría la relación Canarias-Estado?
No es ni ha sido nunca una relación entre iguales, una relación de respeto, muy al contrario, ha sido y es una relación de dominio y subordinación. Desde los primeros intentos de evangelizar y ocupar un territorio estratégico en la época de la llamada “Expansión Atlántica” por parte de Europa hasta nuestros días, con sus obvias diferencias en los diferentes períodos, España ha utilizado y mantenido la ocupación de las Islas porque le ha interesado: si el Archipiélago hubiese supuesto una carga y no hubiese sido rentable para España, haría tiempo que nuestros destinos se habrían separado. Esta situación de dominio y subordinación ha contribuido decisivamente para mantener a la población canaria en una situación de inmadurez y de incredulidad en sus posibilidades. Vinculado con lo anterior, hace años que me llama la atención el pánico, por ejemplo, que existe en torno a la desaparición de las ayudas y subvenciones europeas, hasta el punto que se ha convertido en un arma política y electoral, cuando casi nadie reclama que lo recaudado por las tasas aeroportuarias (que supera con creces el montante de todos los fondos europeos) se quede en las islas y sea gestionado por las instituciones canarias. Así mismo, es disparatado que a estas alturas la titularidad de las aguas territoriales canarias no sea del Archipiélago, una prueba inequívoca de lo que suponemos para España y lo descreídos que estamos en nuestras posibilidades a la hora de reivindicarlas.
Es imprescindible que Canarias se reencuentre con su ser, con su realidad histórica, ya que, al fin y al cabo, somos consecuencia de la misma. Debe reestructurarse en profundidad yendo al origen de los traumas, para, así, reconciliarse definitivamente consigo misma y poder avanzar hacia el futuro de manera decidida. Es el aspecto cultural es fundamental estudiar, recuperar y difundir la herencia legada para que las personas que vivan en Canarias, puedan conocerla y, de esta manera, quererla y respetarla. Parece evidente que cualquier pérdida de los rasgos culturales de una colectividad es una pérdida para toda la Humanidad, no sólo para esa colectividad específica. Ahora bien, eso no puede ni debe significar bajo ningún concepto que la cultura quede determinada por lo que pueda dictar un manual o un “consejo de sabios” y que éstos definan sus fronteras para, a partir de ahí, decir qué vale y que no: todo lo contrario, para que una cultura permanezca viva, debe seguir enriqueciéndose de manera continuada, asumiendo las posibles aportaciones y evoluciones de manera madura y consciente, pero teniendo claro, al mismo tiempo, las raíces de las que se nutre. Quiero decir que rescatar los rasgos culturales definitorios de un pueblo no puede suponer meter éstos en las vitrinas de un museo y convertirlos en fósiles que sacamos a pasear en determinadas festividades patrias: deben incorporarse de manera natural y en igualdad de condiciones a la cotidianeidad de la colectividad, de lo contrario los terminaremos matando del todo. Pero para que esto ocurra, la cultura canaria, la de antes, la de ahora y la que vendrá, debería ser conocida en profundidad por los habitantes de las Islas, cosa que en la actualidad, ni de lejos ocurre. En cualquier caso, el conocimiento de lo propio debe ir acompañado indefectiblemente de un aumento considerable y generalizado del nivel formativo y cultural de la población, que se ha convertido en esclava de valores exclusivamente materiales y que, aunque se ha tecnificado y especializado, ha olvidado el respeto a la naturaleza y al ser humano. Relacionado con el nivel cultural y los valores imperantes en la población está el uso que se hacen de muchas de las instituciones públicas en Canarias y la percepción y la desgana que una parte importante de aquella parece tener al respecto. Es muy importante que la ciudadanía lidere una catarsis democrática que devuelva la confianza en lo público y que acabe con los maridajes político-empresariales que tan nefastos resultados ha dado para Canarias. Corregir decididamente las profundas desigualdades sociales y acabar con las enormes bolsas de miseria material y moral de nuestra sociedad debe ser otra de las prioridades de un pueblo que quiere mirar con optimismo al futuro. Medioambientalmente es imprescindible diseñar una política de protección real y recuperación de nuestros castigados espacios naturales (no sólo de los pinares y de las costas sino, por ejemplo, de la laurisilva que en un pasado reciente pobló una parte importante de cinco de las siete islas y que en la actualidad sólo sobrevive con dignidad en la Gomera), así como de sustituir la conciencia de consumo y derroche por una sostenible y de respeto, pero para conseguir esto debemos construir alternativas para el binomio construcción-turismo que tanta depredación y destrucción del espacio, del patrimonio, de los derechos y de los valores ha provocado. También, y relacionado con esto, considero prioritario desarrollar políticas de control de la población para limitar la superpoblación que sufrimos en un territorio tan frágil y limitado.
Dentro del campo nacional nos encontramos en una época de siembra y experimentación de nuevas tácticas, de nuevos modos. En este difícil, pero esperanzador período, considero hay que hacer un esfuerzo verdaderamente generoso y sobrante de respeto, que tenga la capacidad de aprovechar lo realmente aprovechable de las experiencias pretéritas y la valentía para desterrar aquellas prácticas que demostraron su inviabilidad, cuando no, su capacidad destructiva. En este sentido, creo esencial comenzar con eliminar de una vez y para siempre la nomenclatura y las formas excluyentes e hirientes y las pretensiones de exclusividad patria y “pureza” ideológica que tantísimo daño han hecho y siguen haciendo a muchísimas personas que honestamente han trabajado y trabajan por una Canarias mejor. Me enorgullezco de tener amigos a los que quiero en lo personal y respeto en lo político en organizaciones tan diversas como Azarug, Ben Magec, APC-SSP, ANC, UP, PCPC, NC y hasta en CC, sin olvidar a los muchos que se encuentran sin militar en organización alguna. Sin ir más lejos, este mismo blog, al igual que otros muchos que existen, son ejemplos claros e interesantes, y honestos intentos de sumar y de salir la marginalidad a la que nos han sometido, marginalidad que muchas veces se ha dado con cierta autocomplacencia por nuestra parte. Por otra parte, siempre digo que una parte importante de los nuevos canarios (hijos de inmigrantes) -que están pasando a formar parte del pueblo canario- trabajarán junto a los naturales del país en la lucha por la liberación, esto es una realidad que debemos asumir y fomentar en aquellos lugares y ámbitos que lo requieran. Creo que una parte del nacionalismo más tradicional sigue anclado en postulados deterministas raciales que facilitan el trabajo al nacionalismo español. Son aspectos (los genéticos) que no tienen interés alguno desde el punto de vista político, pero sí desde el punto de vista histórico y, si se quiere, antropológico. Lo que sí es un argumento político, y de peso, es por qué la inmensa mayoría de los habitantes de estas islas (los oriundos y los venidos de fuera) desconocen la evolución histórica de la tierra en la que viven y, por lo tanto, tienen una visión incompleta y distorsionada de la realidad de la que forman parte y, de esa manera, no puedan dar solución a los problemas de la misma, al no conocer parte de sus orígenes. Esto se refiere al grueso de la población en la que incluyo, como es lógico, a la clase política y económica dirigente que no ha hecho otra cosa que perpetuar el régimen colonial. En cuanto a la imprescindible labor pedagógica de la que hablé antes, que ayude a desterrar el miedo inoculado y el infantilismo político en que se mueve gran parte de nuestra sociedad, considero que ésta debe hacerse con tacto y con mucho respeto, atendiendo siempre a las características de la sociedad canaria del S.XXI, con sus múltiples matices. Digo esto porque si tomamos como referencia la increíble labor de investigación, recuperación y difusión de la cultura canaria y de la construcción de la identidad de nuestro pueblo, que se dio en los años 70 y 80 podemos perdernos y no entender porqué. Ni la Humanidad ni, por supuesto, la sociedad canaria de nuestros días tienen mucho que ver con la de aquellos años –por mucho que pervivan muchos de los problemas estructurales y de los males que la aquejan- y, sobre todo, sus motivaciones no son las mismas, por lo que nunca los métodos y las formas deben repetirse, sino adaptarse a las nuevas condiciones. En definitiva, considero que no queda otra que empujar con decisión y sinceridad hacia opciones unitarias que hagan posible recuperar la presencia social que el nacionalismo real nunca debió perder o dejarse usurpar.
Claramente insuficiente, escasamente democrático (la creación del Estatuto fue, sin ir más lejos, por decreto, sin participación de la ciudadanía e importando un modelo de una comunidad española cuyas particularidades nada tienen que ver con las canarias, sin olvidar la ley electoral, claro) y cuyo principal objetivo ha sido perpetuar la situación colonial de Canarias y los consiguientes privilegios de la casta que ostenta el poder en estas islas hace 500 años, dándole un barniz de modernidad para tratar de conseguir una imagen irreal de democracia. Sin embargo, considero que ha tenido aspectos ciertamente aprovechables, como puede ser el demostrar a un pueblo como el canario, temeroso y descreído de sus posibilidades, que las cosas se pueden hacer sin tutelas. El hecho mismo de la existencia de un Parlamento y un “Gobierno de Canarias” (aunque en la praxis no sea otra cosa que la representación del caciquismo institucionalizado), con más o menos presencia en todas las islas es, al menos, desde el punto de vista estético, un cambio sustancial con respecto a las pasadas generaciones de canarios. Considero, así mismo, a la Tele y Radio Canaria instrumentos válidos y necesarios de vertebración social y nacional, siempre que sean usados adecuadamente, cosa que en la actualidad parece no suceder.
Sin duda la ha habido y la hay. Existen organizaciones políticas y sociales, que junto a medios de comunicación, son claros exponentes del nacionalismo español. En cuanto al nacionalismo canario, ha estado representado por organizaciones políticas y sociales de carácter independentista, con cierta fuerza y presencia hace tres décadas y que han ido perdiendo peso y eco en la sociedad de manera exponencial en los últimos 20 años. Por el contrario, aprovechando la conciencia nacional y el sentimiento de canariedad, han ido surgiendo en ese mismo período organizaciones políticas autodenominadas nacionalistas que han ido tomando protagonismo y cuotas de poder nada desdeñables. Estas organizaciones tienen un carácter sucursalista y, si se quiere, limosnero, y no cuestionan el marco general de las relaciones Canarias-España, más allá de los patéticos intentos de atemorizar a la hora de pedir más prebendas al estado.