El agua es quizás uno de los recusros más fundamentales en la supervivencia histórica del pueblo canario. Tras la conquista española, el agua fué repartida cual botín entre conquistadores y colaboradores indígenas. Estos "derechos" son el orígen de la actual propiedad. Ivan Suomi de Tamaimos, en su intento de desentrañar esta cuestión tan compleja, nos brinda una interesante traducción de la revista alemana GEO que no nos resistimos a reproducir aquí.
[Los Chorros de Epina (Gomera), rodeados de leyendas e historias, son un símbolo de la importancia del agua en nuestro país, los gomeros afirman que cuando los Chorros dejan de emanar el preciado líquido el siguiente año habrán malas cosechas]
“[…] El agua es un bien preciado en las Islas Canarias. El archipiélago, situado a la misma latitud que el Sahara, cuenta con grandes extensiones en las que casi no llueve: en las dos islas más orientales, Fuerteventura y Lanzarote, sólo caen al año entre 100 y 200 milímetros de agua, poco más que en zonas colindantes con desiertos, y las precipitaciones son cada vez más escasas. Hace ya tiempo que las reservas naturales de agua de las islas no pueden cubrir las necesidades de 2 millones de habitantes y 10 millones de turistas, que consumen cada año más de 500 millones de metros cúbicos de agua. Un turista alemán en Tenerife consume diariamente 449 litros, más del triple de lo que consume en Alemania.
[…] En Canarias sólo queda una pequeña parte de los bosques que originariamente cubrían las montañas. La situación es especialmente dramática en Lanzarote, cuyas laderas estaban cubiertas antaño por una espesa floresta que canalizaba la humedad proveniente del cielo a los suelos. Aquellos bosques fueron destruidos por erupciones volcánicas o talados hace ya tiempo por los isleños para usar la madera como combustible.
Hasta los años 60 los canarios combatieron la escasez de lluvias con galerías; con el crecimiento que experimentó la población, hubo que traer agua potable en grandes buques cisterna, hasta que en 1964 comenzó a funcionar en Lanzarote la primera desaladora de agua de mar de Europa. Hoy hay repartidas por todas las islas más de 250 plantas de desalación, grandes y pequeñas, públicas y privadas. Las mareas potabilizadas del Atlántico cubren ya la mitad del consumo anual de agua dulce, con 240 millones de metros cúbicos.
Sin embargo, la desalinización de agua de mar es uno de los procesos industriales que más energía consume: por cada metro cúbico desalinizado, las instalaciones necesitan casi un litro de combustible, y es que hoy día se van por las chimeneas de las potabilizadoras canarias 180.000 toneladas de carburante diesel al año. Aquí cabe señalar que el agua y la energía están altamente subvencionadas en España, a lo que hay que añadir los fondos de Bruselas, puesto que el Archipiélago se considera región fronteriza con carencias estructurales. Todo ello explica que aquí un metro cúbico de Atlántico tan trabajosamente desalinizado cueste sólo 60 céntimos, cuando la misma cantidad de agua de abasto en Alemania cuesta el doble o el triple.
Bombear agua desalada a zonas por encima de los 300 metros de altitud tiene un coste astronómico y no resulta rentable, de modo que los agricultores se ven forzados a llevar el agua a sus resecos campos mediante conducciones arcaicas, en cantidades previamente negociadas. Cuando la lluvia escasea, los costes de irrigación se disparan como ocurrió en 2004, cuando una sequía invernal en La Palma multiplicó por 3 el precio del metro cúbico de agua. Más de un agricultor estuvo a punto de arruinarse.
Al contrario que en Alemania, los pozos y galerías de Canarias están casi exclusivamente en manos privadas. Se trata de un sistema extremadamente confuso y difícil de desentrañar, una herencia que dejaron hace 500 años los conquistadores españoles, que transfirieron a sus vasallos de mayor valía los derechos sobre la tierra y el agua en recompensa por sus servicios bélicos. Con el correr de los siglos estos derechos se heredaron, se vendieron o se traspasaron, hasta llegar a la situación actual, en la que los derechos sobre el agua pueden estar ligados a la propiedad de la tierra o ser independientes de la misma, y pueden pertenecer a una sola persona o a una comunidad hereditaria, a una cooperativa, a una sociedad anónima o a un municipio.
En muchas ocasiones unos pocos propietarios controlan gran parte de los manantiales, y controlan los precios. Es el caso de la familia de armadores Olsen, de origen noruego, que ha amasado su fortuna no sólo con las líneas de ferrys interinsulares, sino también con un casi monopolio sobre los pozos de La Gomera. El mercado del agua es lucrativo: un holding adquirió en octubre de 2005 en Tenerife la empresa de abasto Entemanser por valor de 75 millones de euros. También las corporaciones municipales se ven obligadas a comprar el agua a este tipo de empresas antes de poder abastecer al consumidor final.
Para satisfacer las necesidades de agua, las constructoras excavan la roca cada vez a mayor profundidad. Hasta 6 kilómetros llegan a medir estos túneles, que perforan el interior de Gran Canaria y Tenerife como si fueran esponjas, y llevan a la costa el agua procedente de cientos de pozos profundos de las zonas altas. Entre 1973 y 1997 la longitud de estos conductos subterráneos creció una cuarta parte; en el mismo período la cantidad de agua extraída disminuyó un 23%.
Y es que el nivel de las aguas subterráneas desciende en todas las islas de forma dramática: en La Palma, 4 metros por año; en algunos puntos de Gran Canaria y Tenerife, 500 metros desde el siglo pasado. En muchos manantiales el agua se ha vuelto salobre, y muchos molinos de viento, que antes se empleaban para la extracción de agua, quedan inservibles en el paisaje, al no alcanzar ya tales profundidades. Por si fuera poco, gran parte del agua potable se pierde al no ser completamente estancas las canalizaciones.
Así, la vegetación de Canarias presenta dos paisajes diferentes cada vez con mayor claridad: en las zonas turísticas de la costa proliferan exuberantes plantas exóticas, resplandece el verde uniforme de algún nuevo campo de golf, irrigado con agua del Atlántico costosamente desalada y a veces mezclada con aguas residuales aclaradas, pero no completamente libres de olores. En el interior, por el contrario, avanza la desertificación.
Las alternativas a la carísima desalación del mar son poco frecuentes. Los proyectos innovadores requieren a menudo interminables procesos burocráticos de las autoridades, incluso cuando algunos tendrían hasta potencial turístico. Un ejemplo es el del cazador de brumas David Riebold, cuyos esfuerzos algunos llaman "Proyecto David". El británico ha convertido con mucha dedicación el valle escarpado que hay entre su casa y el macizo rocoso deforestado en un arca de Noé para plantas autóctonas. Cada vez son más los –ahora raros- animales de Lanzarote que se establecen allí. Hasta ranas se oyen croar entre los arbustos […]”.
Cambian los tiempos, sistemas políticos, las economías...pero la esencia del estatus colonial de Canarias persiste. Ahí está el problema de la propiedad del agua en manos de los herederos de la conquista. Y es que un recurso como el agua, en un país como Canarias no puede estra en manos de unos cuantos privilegiados. El agua debe de ser descolonizada, es decir, ser pública, de todos los canarios.